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Un viaje por Andalucía para jugar con las palabras

Venta de caracoles en las calles de Sevilla

Venta de caracoles en las calles de Sevilla

Que nadie piense viendo estas fotos que las cabrillas son cabras pequeñas, ni que en Andalucía comerciamos con esclavas. Simplemente disfrutamos de un idioma tan rico que nos permitimos jugar con las palabras. Sería un buen método aprender el idioma en las calles, ver los escaparates, leer los rótulos y carteles de vendedores ambulantes y escuchar furtivamente las conversaciones de la gente. Fotografiar los gestos de los españoles y jugar a adivinar de qué están hablando.

De este modo descubriríamos el viaje que realizan las palabras en el tiempo y en el espacio y aprenderíamos que con la mezcla y la calle las palabras están más vivas.

Venta de pulseras en un comercio sevillano

 Me gusta imaginar cómo entenderán las palabras los recién iniciados en nuestro idioma. Si un inglés ha aprendido que las medias son unas prendas femeninas que cubren las piernas, qué piensan cuando en la barra del bar oyen decir: «¡Dos cafés y dos medias con jamón!». Los bares y los comercios son «templos del idioma». Pero esa riqueza también complica el aprendizaje de nuestra lengua.

¡Qué difícil es hablar en español» dicen estos guiris que se han atrevido a viajar por todos los países hispanohablantes para aprender el idioma. ¡Menudo reto!. Escuchad la canción de Inténtalo Carito, un dúo colombiano formado por los hermanos Ospina que cantan canciones inspiradas en la cotidianeidad con un gran toque de humor. ¿Aprender inglés?. Lo difícil es aprender español.

Perdamos otra vez el autobús

zaharaYa que perdimos los mapas … por qué no perdemos el autobús?. Es bello el camino a pie. Porque es viernes y la primavera se ha disfrazado de verano, vamos a perdernos con esta canción dulzona de la ubetense Zahara y este video naif y simpático.

¿Subes o nos vamos a pie?

¡Buen fin de semana!

 

Voy a hacer el viaje más largo en estos días a pie
para encontrar al chico fabuloso de mi vida
y tú grabas el mar desde el tren con la cámara del móvil.
Soy yo quién te espera con sugus de colores en el andén.
Perdamos otra vez el autobús.
Cualquier lugar del mundo es nuestra casa si estas tú
Woooo ah ah ahhhh
Vamos a inundar la parte de atrás con tanto amor y qué
si nuestros besos lentos son de foto y somos tan pastel.
El metro hasta arriba, tú y yo compartimos cascos, cantamos a pleno pulmón.
Empieza nuestra noche de baile en cada vagón.
Perdamos otra vez el autobús
mi lado favorito de la cama eres tú
Woooo ah ah ahhhh
Vamos a hacer el viaje más largo en nuestra vida, lo sé,
para encontrarnos chico fabuloso.

Con paciencia de un tranvía enamorado

Gran Vía. José Luis González

Gran Vía. José Luis González

Todas la ciudades son espejo de otras, sobre todo si el que las mira tiene el alma dividida. Tal vez arquitectos y urbanistas se ocuparon de copiar para cubrir la nostalgia de las gentes que vienen y van.

Ese arco que nos sorprende, la sensación al doblar una esquina, los olores que se escapan de un hogar con recetas aprendidas a miles de kilómetros… nos abstraen hasta hacer que olvidemos añorar. Como si añorar fuera el equipaje que cada mañana carga aquel que se siempre vive lejos. Porque lejos es ese lugar que «elige» el que se va: lejos de la infancia cuando está en el destino y lejos de casa cuando está en el origen. Siempre cerca y lejos, debatiéndose entre las ganas de volver y la esperanza de encontrar un lugar propio.

Hoy os traigo una canción de Fede Comín que permite un recorrido por Granada con el sentir de un argentino. Como si entráramos en su memoria y en los ojos que desplazan su mirada al lejano Buenos Aires.

Entre Granada y Buenos Aires hay un camino de ida y vuelta, porque fueron muchos los españoles que emigraron a Argentina y muchos los jóvenes argentinos que buscaron fortuna en la tierra de sus abuelos. En Granada hay un lugar que simboliza ese camino: La Tertulia

Tango a los pies de la Alhambra

Tango a los pies de la Alhambra

La Tertulia Tango bar, situado en pleno centro de Granada, lleva ya más de 30 años como punto de encuentro cultural y 26 como centro neurálgico del Festival Internacional de Tango de Granada, que se ha celebrado estos días en la ciudad, el más antiguo de Europa y el segundo del mundo tras el de Montevideo. Un lugar que ha situado a Granada en el mapa de Buenos Aires porque ha sido nombrado primer Lugar de Interés Turístico de Buenos Aires que no está en la propia ciudad.

Un lugar lleno de historias y de Historia pues en él nació el movimiento poético La otra sentimentalidad y dejaron su huella Saramago, Enrique Morente, Rafael Alberti, Goytisolo, Sabina… y un sin fin de poetas, cantantes, periodistas, estudiantes y exiliados latinoamericanos. Hoy sigue siendo un lugar en el que conversar, oir música, compartir poesía o aprender tango y milonga. Así que si vas a Granada, no te extrañe si vuelas a Buenos Aires.

¿Bailás?

A tres mil años y un día de mi casa,

respirando nuevos aires.

Me he olvidado en el vaivén de esta mañana,

de acordarme de añorar.

Y salí por la ventana,

como si fuera mi barrio,

este sitio tan lejano a mi primera ciudad.

Caminé las avenidas y el asfalto,

los gastados adoquines.

Descubrí que a la Gran Vía, no te engaño,

la cruzaba Pueyrredón.

Y al pasar por esa esquina,

pude ver que me esperaban,

con romero una gitana,

y con mate, un compadrón.

Puente, tango que sirve de puente,

uniendo pampas y olivos,

cantando envido a esta suerte

de no saber dónde estoy.

Puente, tango que sirve de puente

entre el que soy y el que he sido

desbaratando a la muerte,

con o sin bandoneón.

En la Plaza del Triunfo vi el Abasto,

con su moderna fachada.

Terminó de embellecerse el escenario

cuando pasó esa mujer

que en su andar entristecido

y esa flor en la mirada,

me dejó cual puñalada

los retazos de un querer.

Con paciencia de tranvía enamorado,

gambeteando a la nostalgia,

supe desde el primer día de estos años,

todo lo que iba a doler.

Pero esta canción decide más allá de la distancia

y es más fuerte esta esperanza que las ganas de volver.

Puente, tango que sirve de puente,

uniendo pampas y olivos,

cantando envido a esta suerte

de no saber dónde estoy.

Puente, tango que sirve de puente

entre el que soy y el que he sido

desbaratando a la muerte,

con o sin bandoneón.

Escapar a tu montaña

El camino hacia la cima es, como el viaje hacia uno mismo, una ruta en solitario

Alessandro Gogna

Tim Kemple. Alex Honnold en el Parque Nacional de Yosemite

Tim Kemple. Alex Honnold en el Parque Nacional de Yosemite

Todos tenemos una montaña, real o imaginaria, a la que ascender cuando aprieta la rutina, espacio de soledad para huir de la soledad, refugio donde aspirar el aire sintiendo el peso de la fugacidad.

Todos tenemos ese lugar donde perdernos cuando queremos ser encontrados, la cima de la que bajar con la esperanza de encontrar lo que se ha perdido.  Porque desde arriba todo se ve mejor, o tal vez solo para que nos echen de menos.

Ya ves donde tuve que escapar, a escribir y a escuchar

Y todo daba igual, la confesión, las presiones, el dolor

La última conversación en la que te perdí

Al llegar a esta altura tan brutal me perdí

¿Quién se acuerda de mí en este lugar?

Que vida tan fugaz, ahora escribo un boletín

Ahora escribo un boletín para que te acuerdes de mí

Al volver, no sé qué nos va a pasar

Tú en el mar y yo a mil metros sobre tí

¿Qué nos va a pasar?, y ahora escribo un boletín

Ahora escribo el boletín para que te acuerdes de mí

Abraham Boba. El boletín de la montaña

La música viajera de Perotá Chingó

La chingoneta en Neuquen, Argentina

La chingoneta en Neuquen, Argentina

Esta es la historia de Dolo y Maju, dos jóvenes argentinas que en 2011 deciden hacer un viaje para conocer la costa de Montevideo a dedo, guitarra y dos voces. Allí encontraron un remolino de músicas, comieron trigo con pasas y fueron recogiendo amigos con los que formaron el grupo musical Perotá Chingó.

Sus canciones, íntimas y cercanas, son la expresión de la vocación de andar por el mundo recorriendo lugares y kilómetros adentrándose en geografías y gentes, creyendo que la revolución empieza por uno mismo, haciendo camino con el ideario de viajar no sólo  con la intención de hacer música, sino también con la idea de conocer formas alternativas de vida, disfrutando de lo cotidiano y alejadas del consumismo.

El viajecito de Perotá Chingó

El viajecito de Perotá Chingó

Preciosas canciones y preciosas las fotos de sus viajes realizadas por Pochography que podéis disfrutar mientras escucháis su disco que, como no podía ser de otro modo, se llama Un viajecito. Estas fotos rebosan vida posando su mirada en los caminos, las piedras del rio, árboles acogedores, las flores, ancianos que pasean, la espuma del agua, los albergues por los que van pasando, pescadores que extienden sus redes, abrazos, niños, el disfrute de los encuentros, momentos íntimos, ¡GENTE!.

Si os gusta este viaje, no dudéis, coged vuestras mochilas que nos vamos a pasear por Montevideo.

La calle Llupes raya al medio
encuentra Belvedere
el tren saluda desde abajo
con silbos de tristeza
aquellas filas infinitas
saliendo de Central
el empedrado está tapado
pero allí está

La primavera en aquel barrio
se llama soledad
se llama gritos de ternura
pidiendo para entrar
y en el apuro está lloviendo
ya no se apretarán
mis lágrimas en tus bolsillos
cambiaste de sacón

Un día nos encontraremos
en otro carnaval
tendremos suerte si aprendemos
que no hay ningún rincón
que no hay ningún atracadero
que pueda disolver
en su escondite lo que fuimos
el tiempo está después.

Historias que se cruzan en un autobús

Scene from Seattle During Free Ride Day, with People Boarding a Bus

Autobús en Seattle

Todo el día de acá para allá, ahora subo en autobús, cambio de línea, me bajo y me vuelvo a subir, luego el tren, otro autobús… ¿Cuántas vidas se cruzan al cabo del día? ¿Cuántas las historias, paralelas, convergentes, divergentes? Cuántas declaraciones de amor tras compartir madrugones en el metro, cuántas lecturas espiadas… Y cuántas las historias inventadas en tiempos de espera o de trayecto: el turista que lee la guía, el deportista que sueña con correr la maratón de Nueva York, los niños que emprenden su primera excursión, las jubiladas que «huyen» a descansar de los maridos, la mujer que fotografía nubes, las amantes secretas, el abuelo que se siente inseguro en cada viaje, el profe que corrige exámenes, la enamorada adicta al teléfono, el ejecutivo impaciente, la joven que ha decidido ser madre en soledad…

Son gentes que ubicamos en movimiento, siempre entre los asientos del tren o el autobús, a los que hemos compuesto una historia y no reconocemos cuando los vemos fuera de contexto, sin maletas, paseando por la ciudad. Si les diéramos ocasión, tal vez descubriríamos que somos complementarios que, según nos cuenta esta canción de Rozalén que hoy os traigo, las personas son sorpresas. ¿Te atreves o te escondes tras el libro, el móvil, el ordenador o la mirada perdida tras los cristales?

Los que no tuvieron duda fueron los compañeros de viaje que, a base de compartir viajes desde Sevilla a Osuna, se animaron a publicar el blog La vida es un tren a Osuna en el que descubrían amaneceres, heladas, visitas curiosas y hasta celebraron la Navidad, con decoración de vagón incluída. Ideas de un niño que creció entre historias de raíles y estaciones y que se sigue emocionando, como yo, con la cara y la cruz de cada partida de tren.

Cincuenta y seis son los asientos, sin contar con conductor,

seis las horas de trayecto, seis y media con parón.

Muchas son las vidas, que se cruzan de manera paralela,

increíble es la historia de quien viaja a tu vera.

La de cosas que te pierdes por no preguntar,

busca nuevas aventuras,

interésate por los demás.

Son sorpresas las personas, descúbrelas.

Y en el asiento primero hay un hombre muy aseado

que anda siempre preocupado por trabajo y por dinero,

necesita secretaria que elija hasta su corbata y prepare buen café.

Margarita es Colombiana, busca oficio algo apurada

y es perfecta para él.

La de cosas que te pierdes por no preguntar,

si ellos dos se conocieran todo iría genial.

Veinticinco y veintiseis son asientos ocupados por hijos de jubilados antiguos republicados,

formaban el pelotón, la quinta del biberón en la Guerra Civil.

Y los hijos llevan tiempo buscando la información, para un reencuentro perfecto.

La de cosas que te pierdes por no preguntar,

si ellos dos se conocieran todo iría genial.

Y es que en todo el autobús contamos con seis artistas,

uno canta, la otra baila y aquél toca el saxofón,

guitarrista, buen bajista, percusión y violinista

y Joaquín es productor.

Formarían un gran grupo,

toda una vida de lujo, en las listas de éxitos.

La de cosas que te pierdes por no preguntar,

si todos se conocieran todo iría genial.

La de cosas que te pierdes por no preguntar,

busca nuevas aventuras, interésate por los demás.

Son sorpresas las personas, descúbrelas…

Rozalén «Autobús»

Cantar en las calles del mundo

Passenger cantando en las calles

Passenger cantando en las calles

Dicen que su voz evoca a Cat Steven y lo definen como un cantante viajero que canta al amor y a la vida. Ha convertido el viaje en su estilo de vida; de Europa a Australia recorre las ciudades, actúa en las calles, en el autobús y disfruta del contacto directo con el público.

Quizás por eso, Mike Rosenberg ha decidido adoptar como nombre artístico Passenger y vivir como los trovadores cantando a las cosas que dejamos escapar solo para echarlas de menos. Lástima que sucedan experiencias como la de Madrid el pasado 12 de junio, cuando trataba de cantar en la Calle Preciados y la policia interrumpió el concierto y multó al artista. ¿Quiere Madrid calles tristes? ¿Está prohibido celebrar la vida?

Os invito a este viaje musical en el que podemos oirlo cantando The sound of silence de Simon & Garfunkel en Adelaide (Australia), con una voz que parece de otro tiempo,

o recorriendo Edimburgo cantando Settled, erizándonos la piel y evocando antiguos viajes,

o cantando a ese amor que dejamos escapar en el tema Let Her Go que lo está situando definitivamente en el camino del éxito.

¡Que no callen las calles!

Bien, solo necesitas la luz cuando se está consumiendo,

solo echas de menos el sol cuando empieza a nevar,

solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.

Solo sabes que has estado bien (alto, en una buena racha),

cuando te sientes de bajón.

Solo odias la carretera cuando echas de menos tu casa,

solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar,

y la dejas marchar.

Mirando fijamente el fondo de tu vaso,

esperando el día en que hagas durar un sueño,

pero los sueños llegan despacio y se van tan rápido.

La ves cuando cierras los ojos,

tal vez un día entenderás por qué

todo lo que tocas, de seguro que se muere.

Bien, solo necesitas la luz cuando se está consumiendo,

solo echas de menos el sol cuando empieza a nevar,

solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.

Solo sabes que has estado bien, cuando te sientes de bajón.

Solo odias la carretera cuando echas de menos tu casa,

solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.

Mirando fijamente al techo en la oscuridad,

el mismo sentimiento viejo y vacío en tu corazón

porque el amor viene despacio y se va tan rápido.

Bien, la ves cuando te quedas dormido,

pero nunca para acariciar y nunca para quedarse,

porque la quisiste demasiado

y te zambulliste demasiado profundo.

Bien, solo necesitas la luz cuando se está consumiendo,

solo echas de menos el sol cuando empieza a nevar,

solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.

Solo sabes que has estado bien, cuando te sientes de bajón.

Solo odias la carretera cuando echas de menos tu casa,

solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.

y la dejas marchar,

y la dejas marchar,

bien, la dejas marchar.

No soy una turista en este lugar

Turista accidental

Turista accidental

El presente se escapa tan rápido que no lo ves, dice la canción. Es entonces cuando necesitamos huir para encontrarnos. Correr por carreteras interminables y dejar en un cruce del desierto el recuerdo que se nos quedó atrapado en los labios. Un viaje como terapia para cerrar etapas y encontrar nuevos caminos.

Esto es lo que parece contarnos Amparo Sanchez, la alcalaína que creció musicalmente en Granada, enamorada de sonidos fronterinzos y reivindicativos. Esta canción es el tema central de Tucson-Habana que publicó en 2010, un disco en el que se mezcla la música mexicana, el son cubano y el country. Un disco íntimo que ella define como un viaje cálido al interior, un rato de paz, con canciones escritas en Granada o Barcelona, que adquieren una nueva dimensión en estos paisajes desérticos que invitan a la nostalgia.

El vídeo dirigido por Ben Flinois es una road movie que recorre las 400 millas que conducen de San Diego (California) a Tucson (Arizona), a través de la autopista Interestatal 8. La vemos recorrer el desierto «a lomos» de un Ford Falcon del 64, el mismo año que se le dio nombre a la ruta a través de eternas carreteras pensadas para el doble objetivo del tráfico de automóviles y para el uso en operaciones militares y de defensa civil. Paisaje desértico decorado por cactus, grandes coches y señalización que el cine ha convertido en patrimonio histórico digno de decorar escenarios cinematográficos y guías turísticas.

En el trayecto no está sola, va recogiendo compañeros tal vez porque, como alguien dijo, el viaje se mide en amigos no en millas.

Una manzana entre mis dedos,
y en mis labios el recuerdo.
Recién llegado, recién y tan viejo,
nos encontramos en un cruce del desierto.

No soy una turista en esta ciudad,
no soy veleta.
Soy mirada, fuego, calor
que se va pero se queda.
No soy una turista en esta ciudad,
no soy veleta.
Soy mirada, fuego, calor
que se va pero se queda.

Cuando tu sonrisa sincera toca el alma.
Las casualidades en qué bolsillo se guardan.
Pasajeros en la vía muerta perdieron su tren,
El presente se escapa tan rápido que no lo ves.

No soy una turista en esta ciudad,
no soy veleta.
Soy mirada, fuego, calor
que se va pero se queda.
No soy una turista en esta ciudad,
no soy veleta.
Soy mirada, fuego, calor
que se va pero se queda.

Mi calor contigo se queda,
mi calor.

Amparo Sánchez. Turista accidental

Amanece en Plaza Garibaldi

El vals del adiós

Siempre estamos diciendo adiós

Hay canciones que te buscan cuando estás triste para poner la banda sonora a un ataque de melancolía. Y hay lugares desde los que decir adiós porque, de alguna manera, siempre nos estamos yendo…

La canción bien podría ser El vals del adiós de Rulo y la Contrabanda que canta a duo con Enrique Bunbury. Tiene toques de vals y de canción fronteriza, con el punto de melancolía que requiere el adiós que se pronuncia con dolor y arrepentimiento desde la primera letra.

Una despedida, tal vez una huída, un canto de añoranza de lo que fue y de lo que no será, un grito lanzado mientras amanece en Plaza Garibaldi en México, un lugar poblado por mariachis donde jurar amor eterno o buscar corazones rotos. El lugar del recuerdo y del olvido.

Es el cruce de caminos en el que cada uno lee un libro distinto: los enamorados buscan serenatas para declarar su amor, los turistas sueñan con experiencias únicas que contar a su vuelta del viaje y los antropólogos ven a músicos barrigudos, trabajadores no asalariados, que flotan en la precariedad laboral asidos a canciones que hablan de noches de pasión, narraciones del desamor y la derrota.

México para abrazarse al tequila y «aceptar la derrota como costumbre» mientras seguimos el camino buscando otra canción en la que ser feliz.

Me voy pero no llores, tú no estés triste.

Me largo porque no soy tu mejor opción.

Prefiero no ver tus ojos al despedirme.

Ya seré feliz en otra canción.

Huir fue mi costumbre cuando no hay tormenta…

mi traje de cobarde me sienta bien.

Qué pronto se me hizo tarde, pido la cuenta.

Dos besos de propina y hasta otra vez.

Y brindo por esas noches, donde todo era alegría.

Esa mezcla de sonrisas y rock and roll…

Esas tardes de verano apurándonos los cuerpos…

Valía más el bar de abajo que todo Nueva York.

Me voy cantando el vals del adiós…

Me voy cantando el vals del adiós…

Acepto la derrota, como costumbre.

Asumo tu destierro por solución.

Ya no arde la madera, no queda lumbre.

Cenizas de un pasado que ya pasó.

Y me he abrazado fuerte a mi tequila,

contándole las cosas que nunca haremos…

en Plaza Garibaldi se hace de día…

y yo en mitad gritando: te echo de menos.

Y brindo por esas noches, donde todo era alegría.

Esa mezcla de sonrisas y rock and roll…

Esas tardes de verano apurándonos los cuerpos…

Valía más el bar de abajo que todo Nueva York.

Me voy cantando el vals del adiós…

Me voy cantando el vals del adiós…

Me voy cantando el vals del adiós…

Me voy cantando el vals del adiós…

Viajeros que zarpan de la máquina de coser

Pero en el fondo son unos sentimentales…

Todas las noches las historias pasadas se nos presentan como sueños convertidos en cuentos o en canciones en los que se mezcla por igual lo vivido, lo leído y lo soñado. Porque los relatos que nos acompañaron de niños, tarde o temprano, vuelven para abrigarnos cuando somos adultos y hace frío. Pobre de aquel que no tuvo la suerte de disfrutarlas en la infancia oídas de abuelos, padres y amigos o descubiertas con curiosidad y sorpresa en las páginas de un libro.

Por ello me emociona el texto que hoy os traigo y que pertenece a la introducción que hizo Joan Manuel Serrat a la canción «Una de piratas» en el concierto que dió en Chile el 26 de Abril de 1990,  después de 17 años de ausencia forzada por la dictadura. Había escuchado la canción mil veces, pero esta introducción le da una dimensión diferente. Es todo un retrato generacional que habla de estos pillos que se beben la vida de un trago, con la ternura familiar de una época de dificultades evocada por un niño de la postguerra. Tardes de pan con chocolate en las que aparecen los piratas de papel que zarpaban de una humilde biblioteca que vivía encima de la máquina de coser, aquel dispositivo mecánico que perpetuó las ropas de unas generaciones a otras a base de remiendos y que hizo de cada casa una «industria textil». Los piratas, esos valientes viajeros que fueron para muchos niños el primer contacto con los viajes, los que despertaron las ganas de conocer mundo sumergidos en interesantes aventuras. Esos granujas que sin embargo dan lecciones de lealtad y que solo rompen sus promesas por una piel que huele a jazmines.

Yo que no leí novelas de piratas porque no eran lecturas para niñas, también he situado mi biblioteca encima de la máquina de coser, pero esa será otra historia…

¡Ay los piratas, pobres piratas!. Cuánto y cuánto nos han hecho soñar los piratas y que mala prensa que tienen. Permítanme que rompa una lanza por su buen nombre, porque yo me crié entre los piratas. Váyase usted a saber por qué ellos escogieron mi humilde casa para refugiarse de las galernas del invierno o para esconderse cuando las flotillas de Su Majestad les acosaban en demasía.

Vivían en una estantería que teníamos en casa encima de la máquina de coser y a la que la familia, con ciertas pretensiones por nuestra parte, llamábamos la biblioteca. De ahí, cada tarde, a la hora de la salida de los colegios zarpaba una flotilla de piratas. Se dejaban caer por el hilo de la luz hasta llegar a unos cuatro o cinco palmos del suelo donde un niño, con la boca manchada de chocolate y la cabeza llena de pájaros, les estaba esperando para irse con ellos a recorrer el mundo.

¡Si sabré yo cómo son los piratas! Yo estuve con Morgan cuando asoló Maracaibo y con Morgan caí en una emboscada que me tendieron los aborígenes. Y Morgan dejó de escribir y de leer… ¡Lo descuartizaron allí!. Yo salvé la vida milagrosamente gracias a mi reputada habilidad para salir corriendo y después de andar quince días y quince noches perdido entre los manglares me rescataron, exhausto ya, una banda de predicadores luteranos que andaba por allí tratando de cristianizar a alguien. Y me montaron en un barco y hala me mandaron para la tortuga otra vez, que es donde van todos los piratas que se quedan sin empleo. Y allí coincidí con Drake…. pero no me gustó, no. Drake era muy británico, yo no… Me volví y luego me enrolé con Raleigh y luego fui con John Avery al que llamábamos el largo porque medía dos metros diez. ¡Hermoso tipo Avery!.

Y luego me volví a casa porque estaba anocheciendo y mi madre tiene muy mal carácter cuando no ve a todos sus hijos juntos a la hora de cenar.

¡Si sabré yo cómo son los piratas!. Cierto que de vez en cuando se les va la mano y en un abordaje pues… se exceden en eso de robar y de matar y de incendiar y de violar. Incluso contra natura… ¡La soledad…! Eso es verdad pero también hay que poner en el otro platillo de la balanza las virtudes que adornan al pirata: el pirata es leal, íntegro, incluso tierno y sensible diría yo. Hasta el punto es tierno y sensible que se cuelgan un trapo negro aquí en el ojo en señal de luto y de recuerdo por aquel hermano que se les fue, el hermano de éste [el ojo], que se les fue a ver el mundo por su cuenta y que nunca más volvió al hogar.

Porque todos los piratas tienen…