…dejé el día de mi partida
media vida adormecida.
Me llevé la otra mitad
para no quedar sin vida.Pere Quart
Renunciando a los sueños y empujados por un viaje involuntario, medio millón de españoles atraviesan la frontera con Francia, cuando la guerra ya se da por perdida. Derrotados, sin dinero, sin ilusiones y sin futuro, dejan atrás sus casas y sus vidas.
Una avalancha de mujeres, mayores, niños, heridos… que fueron instalados en las playas de Argelès-sur-Mer, a 35 km de la frontera. Pasaron de ser ciudadanos a ser exiliados, cambiaron sus hogares por una playa acotada con alambre de espino. Era febrero, hacía frío, viento y la lluvia mojaba una y otra vez las mantas que llevaban.
En esas condiciones, las posibilidades de supervivencia de un recién nacido eran prácticamente nulas y el parto suponía un gran peligro para las madres. Los bebés tienen frío. Para aliviarlos, cuando sale el sol, sus madres buscan el calor de la arena, enterrándolos hasta que sólo les asoma la cabecita.
La situación es conocida por la Cruz Roja, que decide intervenir y contar con Elizabeth Eidenbenz, una maestra que llegó en 1937 a España formando parte de la Asociación de ayuda a los niños de la España en guerra. Y es así como Elizabeth crea una maternidad en un palacete semiabandonado a las afueras de Elna, contruyendo lo que será una «isla de paz en un océano de destrucción”. Disponía de 50 camas, distribuidas por habitaciones que las madres bautizaron con nombres de ciudades españolas: Barcelona, Bilbao, Madrid, Santander, Sevilla y Zaragoza, pasaron a ser el símbolo de los hogares perdidos.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, la maternidad comenzó también a acoger a madres judías cuyos hijos recibieron nombres españoles como estrategia para evitar ser descubiertos y deportados a campos de exterminio. Finalmente la Gestapo cerró la maternidad en 1944. Emociona el relato de Elizabeth narrando, desde la más absoluta sencillez, cómo se desarrollaron los hechos de lo que reconoce como el trabajo más importante de su vida.
Seguramente te estarás preguntando qué fue de todo aquello, qué sucedió con la maternidad y dónde ha quedado su historia. El 14 de julio de 2004, el ayuntamiento de Elna, cuyo alcalde, Nicolás García, era nieto de refugiados españoles, adquirió el edificio con el objeto de conservar la memoria de lo que allí sucedió. Hoy este edificio está incluído en las ruta Recuerdos del exilio, una ruta con rostro de mujer que recorre los campos de refugiados en las playas de Argelès, Saint-Cyprien y otros municipios del litoral mediterráneo, en los que la experiencia de la Maternidad de Elna es el símbolo de la solidaridad. Puede visitarse el palacete o conocer más detalles de lo que sucedió a través de su página web.
Desde que se publicara en 2005 La maternitat d´Elna, un libro de Assumpta Montellà, muchos padres decidieron bautizar a sus hijas con el nombre de esta localidad, como homenaje a la solidaridad y a la maternidad. El 8 de junio de 2008 se reunieron «las Elnas» en Barcelona y se hicieron esta foto histórica.
Los rostros de las niñas que hoy portan en su nombre esta gran historia fueron recogidos por el director de cine Manuel Huerga en un emotivo vídeo. Sus caras cargadas de futuro nos dan la esperanza de un mundo mejor.
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