La gran aventura del hotel reside en que es un refugio frente a la casa familiar
(1856-1950)
Escritor irlandés
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La gran aventura del hotel reside en que es un refugio frente a la casa familiar
(1856-1950)
Escritor irlandés
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Cada uno de nosotros hace su pequeño trabajo: tú, compones una obra maestra, yo te amo. Me parece que mi obra no será inferior a la tuya
Juliette Drouet
Quizás no lo sepas pero te cruzas con ella cuando paseas por París y haces una parada en la Place de la Concorde, para ver los escenarios de la Revolución Francesa, seguramente te ha pasado desapercibida su evocación entre las páginas de los libros que habitan miles de bibliotecas, o desde el palco de un teatro o tal vez en la pantalla del cine cuando acudes a un estreno… No sabes su nombre, porque es la huella silenciosa de Juliette.
Podría haber sido la protagonista de una novela pero eligió ser la musa. Huérfana desde los primeros meses de vida pasó su infancia en un convento. Buscando mejor destino, de adolescente pasó a ser modelo y amante del escultor James Pradier que la inmortalizó en la escultura que representa a Estrasburgo en la Plaza de la Concordia. Su belleza le abrió las puertas del teatro hasta que conoció al amor de su vida, Victor Hugo.
Él nunca abandonó a su esposa ni renunció a amantes ocasionales, pero su historia de amor duró toda la vida, cincuenta años en los que compartieron su día a día mediante una extensa correspondencia. Si la vida pudiera medirse en cartas, la suya les duró 23.650 cartas, toda una colección que se conserva en la Bibliothèque Municipale de Fougères, localidad en la que nació Juliette.
Una historia de amor que tiene su primera noche el 16 de febrero de 1833, una fecha memorable que Victor Hugo deja inmortalizada en Los Miserables, porque en la novela esa es también la primera noche de Marius y de Cosette, la noche que Cosette irradiaba hermosura y amor . Durante cincuenta años, cada 16 de febrero celebraron su aniversario como si de un nacimiento se tratara:
El 26 de febrero nací a la vida, el 17 de febrero de 1833 nací a la felicidad entre tus brazos. La primera fecha solo representa la vida, la segunda representa el amor. Amar es más que vivir…»
Pero Juliette no fue solo la musa del escritor: copió toda su obra, lo acompañó en sus viajes y fue su compañera incondicional en el exilio. Su presencia se respira en las casas museo de Victor Hugo en París y Guernesey. Con miles de cartas escritas a lo largo de su vida podemos considerarla también escritora. Me pregunto si hoy en la era del correo electrónico y el twitter no sería una twittera famosa por sus #cartasdeamor de 140 caracteres.
Hoy el Hotel Montmartre mon amour recrea su historia invitando al viajero a conocer los lugares de París que conservan las huellas de Hugo y Juliette y a la lectura de los libros que recogen sus cartas y encuentros amorosos.
Y en los teatros, la obra Victor Hugo mon amour rinde un homenaje a la relación de estos amantes al tiempo que incluye una petición para que se le de el nombre de Juliette a una calle, un parque, un jardín o una biblioteca o al menos a un banco en el que figure»Juliette Drouet, musa y amante de Víctor Hugo», añadiendo la leyenda «Amar es más que vivir …». Un banco situado en un lugar romántico donde los enamorados puedan ir a besarse y jurarse amor eterno.
Si estos días vas al cine a ver Los miserables recuerda que podrás disfrutar de ello porque Victor Hugo escribió la novela pero también porque Juliette tuvo la pequeña heroicidad de copiarla y salvarla en el momento justo. Así que cuando ya estés en los créditos finales no olvides hacer un guiño a Juliette. Ella, desde algún sitio escondida entre sus cartas, estará sonriendo cada vez que lea que Marius y Cosette tuvieron su noche de amor el 16 de febrero de 1833 o cuando oiga a los amantes recitar las palabras que fueron escritas para ella: Je te baise mille fois…
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Mientras que el e-book va dejando nuestras estanterías vacías y va ganando sitio en nuestros bolsos, contemplamos como el libro en papel se va transformando en representación simbólica. Los espacios del libro se abren y sacan sus colecciones a lugares de ocio, como ha hecho la Biblioteca Marc de Cardona (Barcelona) a través del programa que permite ceder un lote de libros de diversas temáticas a los restaurantes de la población, para que éstos puedan ofrecer el servicio de lectura a los clientes.
Las librerías diversifican su negocio y combinan el pan de cada día con el alimento del alma. En esta línea la librería +Bernat de Barcelona ofrece un servicio de cafetería en la que degustar «desayunos caseros, zumos naturales, pasteles, platos sanos y equilibrados al mediodía y meriendas hechas con mucho amor», al tiempo que alquila sus instalaciones para celebraciones privadas y profesionales.
Pero otras veces los espacios de lectura se rinden y su lugar lo ocupan negocios más rentables. Es entonces cuando el libro se convierte en un símbolo de lo que fue protagonizando la tematización del negocio. Su destino es el de dar calor y ambientación en las comidas con lecturas efímeras cronometradas por el tiempo de espera entre plato y plato. Por ello no podía llamarse de otro modo el Restaurante Book del Hotel Infante de Sagres de Oporto, especializado en comida mediterránea portuguesa.
La ambientación de su comedor recrea lo que fue durante muchos años la librería Aviz. Como si los personajes y la naturaleza del libro hubieran quedado en suspenso cuando la librería cerró sus puertas, el restaurante se muestra fiel a la memoria literaria en el concepto que aúna gastronomía y literatura. Las lámparas de lectura, los estantes llenos de libros que pueden cogerse en préstamo para leer durante la comida, la decoración de los platos y sobre todo la carta marcan una originalidad que ya le ha procurado un sitio en las guías turísticas y los reportajes de la sección de viajes del New York Times.
La carta, que se presenta a los clientes entre las páginas de un libro, se toma su tiempo con las citas de Wirginia Woolf, Mark Twain, Georges Bernard Shaw e incluso la Biblia. En este libro que es el menú, el prólogo se saborea con cócteles de autor como el mojito Hemingway, los entrantes son la introducción, los platos son capítulos y el postre es la conclusión.
Los vinos completan este menú-biblioteca agrupándose en géneros: «elegante e intenso» como un libro de poesía, «robusto, con cuerpo» como un libro de aventuras, «inusual» como un libro de ciencia ficción y «clásicos y complejos» como una novela de amor.
Con esos ingredientes Book es un auténtico best-seller que aporta valor a este hotel boutique de Oporto que habrá que incluir en la agenda de viajes de los amantes del libro.
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Las canciones viajan más que los astronautas.
Joaquín Sabina
Los hoteles son los hogares de miles de viajeros que añoran y crean entre sus paredes. ¿Cuántas historias esconden en sí mismos y entre tantas vidas que pasan por sus solitarias habitaciones?.
A un hotel de Lima que se construyó para celebrar la Batalla de Ayacucho, que dio fin al dominio colonial español, llegó un español para la inauguración de un parque. El aire decadente de sus habitaciones, la magia y el homenaje a la canción de Bob Dylan «To Ramona», buscaron los acordes, las rimas y la emoción. Y así nació esta canción que conocemos como Peces de ciudad y que es en sí un viaje por ciudades de un lado y otro del charco.
Se peinaba a lo garçon
la viajera que quiso enseñarme a besar
en la gare d’Austerlitz.
Primavera de un amor
amarillo y frugal como el sol
Hay quien dice que fui yo
el primero en olvidar
cuando en un si bemol de Jacques Brel
conocí a mademoiselle Amsterdam.
En la fatua Nueva York
da más sombra que los limoneros
pero en desolation row
las sirenas de los petroleros
no dejan reír ni volar
y, en el coro de Babel,
desafina un español.
No hay más ley que la ley del tesoro
en las minas del rey Salomón.
Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis sueños va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un no te quiero querer.
Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad
que mordieron el anzuelo,
que bucean a ras del suelo,
que no merecen nadar.
El Dorado era un champú,
la virtud unos brazos en cruz,
el pecado una página web.
En Comala comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver.
Cuando en vuelo regular
pisé el cielo de Madrid
me esperaba una recién casada
que no se acordaba de mí.
Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis venas va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un liguero de mujer.
Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad
que perdieron las agallas
en un banco de morralla,
en una playa sin mar.
Joaquín Sabina. Peces de ciudad
Dímelo en la calle (2002)
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Parece triste y abatida, acaba de llegar a la soledad de la habitación de un modesto hotel. No ha tenido ni fuerzas para deshacer la maleta, se ha quitado el sombrero, el vestido y los zapatos y se ha sentado en el borde la cama. No conocemos su historia, pero sabemos que está triste y le duele la soledad. Ensimismada, lee en un papel amarillento que apoya en sus rodillas, el horario de los trenes. Quizás su viaje no ha terminado.
Este cuadro de Edward Hopper de 1931, fue el primero de una serie de pinturas que ambientó en diferentes hoteles. Fascinado por la idea del viaje, Hopper hizo de esta imagen la metáfora de la soledad, gracias a su uso de los planos de color cortados por la diagonal que marca la cama y el uso de una luz que produce un fuerte contraste de luces y sombras acentuando el dramatismo de la escena.
En la obra de Hopper, de composiciones limpias y claras, la soledad y la melancolía de los seres humanos es una constante. En sus cuadros se repiten las escenas de hombres y mujeres en los hoteles y bares nocturnos que se convierten en símbolos de la dificultad de los seres humanos para comunicarse y relacionarse.
Pero, ¿qué hay detrás del cuadro?. Al parecer está inspirado en una ilustración que Jean Louis Forain hizo para el número 10 de la revista Les Maîtres humoristes, y que Hopper había adquirido en uno de sus viajes a París. El dibujo de Forain, que forma parte de una serie titulada “L’amour a Paris”, representa a una muchacha en ropa interior sentada en el borde de una cama -dispuesta también de forma diagonal- contemplando los zapatos de su amante.
La mujer que aparece en el cuadro es Josephine Hopper, la esposa del pintor. Antes de casarse con Hopper en 1924, era considerada una de las más importantes artistas de la época. Exponía al lado de Picasso, Georgia O’Keefe y Modigliani, pero su relación con Hopper la anuló como artista y la convirtió en su eterna modelo, al parecer porque ella se negó a que nadie más posara para él. Hoy no hay manera de ver una sola obra de Josephine Verstille Nivision. Solo conocemos sus múltiples retratos, retocados por el pincel de su marido porque “las mujeres de sus cuadros nunca envejecen».
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Ellos pasaron por tu vida
como los camareros en un hotel de lujo:
!tantos y tan rápidos!
Ellas por la mía
como institutrices de familia burguesa:
pocas, pero intensas.
Lo nuestro fue distinto.
He llegado a creer que regentaba el tiempo
que vivías, el espacio que apenas ocupabas,
los sueños que cada noche alimentabas,
la ventana que tú desconocías,
antes de readmitir -no sin recelo-
a ese huésped incómodo que siempre nos rondó:
la certidumbre
de que toda belleza necesita
cambios de sol a sol, pasados unos años,
personal cualificado en los servicios
que suelen distraer al corazón.
Ahora que, sin duda, estamos separados por alguna
distancia
pienso si sería bueno rebajarse de empleo,
dimitir de gerencias que sólo proporcionan
un ácido sabor,
problemas de familia, burocracia del alma,
impresión de estar dentro
de un papel que no cuadra:
marido, padre, madre,
profesor, instructor…
Y como un camarero en temporada alta
vivir sólo en hoteles felices de una noche
cruzando los salones como número par.
Y esperar ese día en que otra vez nos tiente
ambigua en las terrazas, una tarde de invierno,
la pasión de alcanzar prosperidad.
Álvaro Salvador. Cinco estrellas.
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Mientras que el hotel no sea un hogar, siempre será un sitio de paso. Por ello, cuando nos sentimos terriblemente solos, sus interminables pasillos desembocan en la añoranza de nuestra rutina y la serena tranquilidad ante los ruidos de nuestra casa. ¿Quién no ha sentido inquietud al abrir un armario siempre vacío? ¿Quién no ha vivido la noche como un largo tiempo de espera de lo que nos aguarda a la mañana siguiente?.
Los viajes, reales o metafóricos, los hoteles, los viajeros… son protagonistas de muchos poemas. Aquí encontrarás algunos.
En las habitaciones de los broncos, difusos
hoteles estivales
hay siempre un remanente de amenazas
enmascarado entre los utensilios
de la noche.
Implacables
ocurren los ruidos por dentro de los muros:
unos pasos erráticos que atruenan
los pasillos tan fúnebres,
una voz de guarida fluyendo del armario,
un estruendo de aguas desplomándose
por las acongojantes cañerías,
mientras
la oscuridad imprime
como un brillo de brea en la almohada.
¿Con qué sombras pernocto, quién
me defenderá de esos intrusos
que transfieren su inquina al hospedado?
Más que nunca la vida
se vuelve aquí provisional y huraña.
Manuel Caballero Bonald. Viajero de paso
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Si a cada profesión le correspondiera un hotel, el de los documentalistas sería sin duda, el Library Hotel de Nueva York.
Situado cerca de la Biblioteca Pública de Nueva York y de la Morgan Library, el principal atractivo para el viajero documental, es su organización bibliotecaria.
El hotel toma como eje, la clasificación del conocimiento diseñada en 1876 por Melvil Dewey, conocida como la Clasificación Decimal de Dewey (DDC). Siguiendo este modelo, cada uno de los diez pisos del hotel, representa una de las principales categorías en que se divide el conocimiento. En cada planta, hay seis habitaciones en las que el saber se subdivide, hasta formar una biblioteca temática en cada habitación: idiomas, matemáticas, literatura, historia, artes… Todo está diseñado pensando en los apasionados de la lectura.
Como buenos documentalistas, estaríamos en condiciones de recomendaros qué habitación deberíais solicitar en vuestra visita a Nueva York, si nos contáis previamente cuáles son vuestras preferencias. Si eres un apasionado de la Botánica, tu habitación es la 500.004; si disfrutas con la pintura, pide la 700.002; si viajas con niños, quizás te interese pedir la habitación 500.005 dedicada a los dinosaurios; si deseas documentarte sobre salud y belleza, tu espacio está en la 600.006. Pero, aunque no nos lo digas, podemos afirmar, porque así nos informan todas nuestras fuentes documentales, que donde puedes disfrutar realmente es en la habitación 800.001. Dejamos para el curioso lector, las direcciones oportunas para que averigüe qué contiene.
Pero, este diseño, que ha tenido tan buena acogida entre una clientela que está dispuesta a pagar entre los 295 y 770 dólares por noche, no ha gustado nada a OCLC (Online Computer Library Center) que inició una demanda contra la empresa hotelera por la utilización no autorizada del esquema de clasificación Dewey y la falta de reconocimiento de la propiedad intelectual del sistema. Y es que DDC es un producto con una marca registrada, cuyos derechos pertenecen a OCLC, una institución cooperativa sin ánimo de lucro, que adquirió en 1988 Forest Press, la empresa fundada por Melvil Dewey. OCLC mantiene actualizada una versión electrónica del sistema y la vende a más de 200.000 bibliotecas, en más de 135 países. Después de un mes de litigio, se llegó a un acuerdo extrajudicial entre ambas partes, mediante el cual el hotel reconocerá, en su señalización e instrumentos de marketing, que OCLC es dueño de la marca Dewey Decimal Classification® y además, donará un dinero a una organización dedicada al fomento de la lectura entre los niños.
Al parecer, algo tan serio como la clasificación decimal, ha tenido un gancho increíble ya que en la ficción, el Hotel Denouement también está organizado por este sistema. El hotel, definido como el “último lugar seguro” aparece en la serie de novelas de Lemony Snicket (seudónimo de Daniel Handler), Una serie de catastróficas desdichas, que compite con Harry Potter en las listas de libros más vendidos en EEUU. En 2004, se convirtió en película de la mano de Brad Silberling.
Pero mucho antes, unos modernos muchachos americanos decidieron formar el grupo musical «Dewey Decimal and The Librarians» para amenizar las fiestas universitarias de los sesenta. Para vender su disco, nada mejor que posar delante de los ficheros del catálogo de la biblioteca. No os perdáis el archivo sonoro procedente de los fondos documentales del Macalester College. Si el pobre Melvyl levantara la cabeza y viera lo que se ha liado, posiblemente diría: “¡si yo sólo quería organizar mis papeles…¡”.
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