Qué pereza ser turista

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El calor derretía la espera, los coches circulaban con prisa de viernes dejando atrás al autobús turístico que se desplazaba como un gusano lento, lleno de rojos individuos que podían atrapar el calor ondulante con sus manos. Entonces ella recordó con placer que le esperaba en casa un apetitoso plato de lentejas y pensó:

¡Qué pereza ser turista!

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Viajeros que siembran bibliotecas

Un año más el día 24 de octubre celebramos el Día de la Biblioteca, una iniciativa de la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil que tiene por objeto concienciar a nuestra sociedad sobre la importancia de la lectura y agradecer la labor a los bibliotecarios y bibliotecarias en su defensa de la cultura.

Es el momento de felicitar y felicitarnos porque tenemos la suerte de contar con muy buenas bibliotecas y con profesionales enamorados de su profesión. Es también un momento para la reflexión, para preocuparnos por ellas, defenderlas y reivindicarlas.

Este año, el mensaje es un relato de Laura Gallego que habla de viajeros, caminos y palabras-semilla que brotan por el mundo. No os lo perdáis.

Érase una vez un viajero que llegó desde un lugar lejano a un pueblo en el que no había libros. Se sentó a descansar en la plaza mayor y sacó de su morral un viejo volumen de cuentos. Cuando empezó a leer en voz alta, los niños, que nunca habían visto nada semejante, se sentaron a su alrededor para escucharlo.

El visitante relató historias que fascinaron a sus oyentes y les hicieron soñar con fantásticas aventuras en reinos maravillosos. Cuando terminó, cerró el libro para volver a guardarlo en su morral. Nadie se percató de que, al hacerlo, escapaban de entre sus páginas algunas palabras sueltas que cayeron al suelo.

El viajero se marchó por donde había venido; tiempo después, los habitantes del pueblo descubrieron el pequeño brote que elevaba sus temblorosas hojitas hacia el sol, en el lugar en el que habían caído las palabras perdidas.

Todos asistieron asombrados al crecimiento de un árbol como no se había visto otro. Cuando llegó la primavera, el árbol exhibió con orgullo unas hermosas flores de pétalos de papel. Y, con los primeros compases del verano, dio fruto por primera vez.

Y sus ramas se cuajaron de libros de todas clases. Libros de aventuras, de misterio, de terror, de historias de tiempos pasados, presentes y futuros. Algunos se atrevieron a coger esos frutos, y había un sabio en el lugar que les enseñó a leer para poder disfrutarlos.

A veces, la brisa soplaba y sacudía las ramas del árbol. Las hojas de los libros se agitaban y dejaban caer nuevas palabras. Y pronto hubo más brotes por todo el pueblo; y en apenas un par de años, los árboles-libro estaban por todas partes.

Se corrió la voz; muchos investigadores, curiosos y turistas pasaron por allí para conocer el lugar donde los libros crecían en los árboles. Los habitantes del pueblo leían sus páginas con fruición, y cuidaban cada brote con gran mimo. Y así iban recogiendo más y más historias con cada nueva cosecha de libros.

Un día, los más sabios del lugar se reunieron y acordaron compartir su tesoro con el resto del mundo. Eligieron a un grupo de jóvenes y los animaron a escoger un libro del primer árbol que había crecido en el pueblo. Después, los enviaron a recorrer los caminos.

Ellos se repartieron por el mundo, buscando un hogar para su preciada carga, y así, con el tiempo, cada uno dejó su libro en una biblioteca diferente.

 Y cuenta la historia que allí siguen todavía. Que hay algunas bibliotecas que guardan entre sus estantes un libro especial que deja caer palabras-semilla. Y que, si aterrizan en el lugar adecuado, cada una de esas palabras crecerá hasta convertirse en un árbol que dará como fruto nuevos libros.

Nadie sabe en qué bibliotecas se encuentran estos libros maravillosos. Se desconoce también cuáles, de entre todos sus volúmenes, son los que proceden del pueblo donde los libros crecen en los árboles. Podría ser cualquiera, y podría estar escondido en cualquier rincón de cualquier biblioteca del planeta.

Animaos a entrar en ellas y a explorar sus estanterías, viajeros; porque quizá deis por casualidad con un libro cuyas palabras echen raíces en vuestro corazón y hagan crecer un magnífico árbol de historias cuyas semillas puedan llegar a cambiar el mundo.

¡Feliz día de la biblioteca!

 

No soy una turista en este lugar

Turista accidental

Turista accidental

El presente se escapa tan rápido que no lo ves, dice la canción. Es entonces cuando necesitamos huir para encontrarnos. Correr por carreteras interminables y dejar en un cruce del desierto el recuerdo que se nos quedó atrapado en los labios. Un viaje como terapia para cerrar etapas y encontrar nuevos caminos.

Esto es lo que parece contarnos Amparo Sanchez, la alcalaína que creció musicalmente en Granada, enamorada de sonidos fronterinzos y reivindicativos. Esta canción es el tema central de Tucson-Habana que publicó en 2010, un disco en el que se mezcla la música mexicana, el son cubano y el country. Un disco íntimo que ella define como un viaje cálido al interior, un rato de paz, con canciones escritas en Granada o Barcelona, que adquieren una nueva dimensión en estos paisajes desérticos que invitan a la nostalgia.

El vídeo dirigido por Ben Flinois es una road movie que recorre las 400 millas que conducen de San Diego (California) a Tucson (Arizona), a través de la autopista Interestatal 8. La vemos recorrer el desierto «a lomos» de un Ford Falcon del 64, el mismo año que se le dio nombre a la ruta a través de eternas carreteras pensadas para el doble objetivo del tráfico de automóviles y para el uso en operaciones militares y de defensa civil. Paisaje desértico decorado por cactus, grandes coches y señalización que el cine ha convertido en patrimonio histórico digno de decorar escenarios cinematográficos y guías turísticas.

En el trayecto no está sola, va recogiendo compañeros tal vez porque, como alguien dijo, el viaje se mide en amigos no en millas.

Una manzana entre mis dedos,
y en mis labios el recuerdo.
Recién llegado, recién y tan viejo,
nos encontramos en un cruce del desierto.

No soy una turista en esta ciudad,
no soy veleta.
Soy mirada, fuego, calor
que se va pero se queda.
No soy una turista en esta ciudad,
no soy veleta.
Soy mirada, fuego, calor
que se va pero se queda.

Cuando tu sonrisa sincera toca el alma.
Las casualidades en qué bolsillo se guardan.
Pasajeros en la vía muerta perdieron su tren,
El presente se escapa tan rápido que no lo ves.

No soy una turista en esta ciudad,
no soy veleta.
Soy mirada, fuego, calor
que se va pero se queda.
No soy una turista en esta ciudad,
no soy veleta.
Soy mirada, fuego, calor
que se va pero se queda.

Mi calor contigo se queda,
mi calor.

Amparo Sánchez. Turista accidental

La gratitud es contagiosa

La gratitud es la memoria del corazón
Lao Tse

El cielo de Barcelona se llena de corazones para dar gracias

El cielo de Barcelona se llena de corazones para dar gracias por los momentos vividos

Más allá de la educación y las buenas formas, la gratitud es una emoción positiva que nos hace concentrar nuestra atención en todo lo bueno de este mundo. En estos días agitados y muchas veces tristes, deberíamos llevar siempre una cajita de pastillas de gratitud y el cuaderno de la memoria en el que ir anotando las cosas agradables que nos suceden. No es conformismo, es ver la vida desde muchos ángulos: el pasado, el presente, nuestra vida como individuos y nuestro sentir como cultura para sentirnos más conectados, menos solos.

La idea es muy simple porque, en el fondo, todos necesitamos lo mismo. El entorno de las redes sociales, con el trabajo colaborativo y con las fórmulas  «Me gusta» y «Gracias por compartirlo», ha venido a fomentar esa necesidad de expresar la gratitud, a veces en estado puro y otras veces alternando con estados de rabia y rebeldía que, dicho sea de paso, tampoco está mal.

Parece que las cosas adquieren una dimensión real cuando las situamos en un mapa. ¿Y si ubicamos nuestros agradecimientos en un Mapa de gratitudes que se vaya construyendo día a día con buenos gestos desde cualquier punto del mundo?. Es como si dijéramos «atención, en California alguien da las gracias por el cariño de su mascota, en Madrid hay una joven que valora el afecto de sus amigos, en Africa alguien agracede a la tecnología y la innovación la salida de la pobreza… y en el Mediterráneo se alegran de contar con la dieta que tantos beneficios aporta al corazón». Solo hay que pararse, pensar un poco y sentir mucho.

Mapa de gratitudes

Mapa de gratitudes

Dormida en ese mapa y en muchos otros que se encuentran en las páginas de miles de libros de Historia, Arte, Diccionarios… sufre la vieja Grecia. «Se duele» con esta crisis cruel. ¿Qué tal si cambiamos nuestros discursos y dedicamos unos minutos a agradecer la herencia cultural de este país?. Cada vez que pronunciamos música, gramática, gastronomía, biblioteca, poesía y 75.000 vocablos más estamos manifestando nuestra pertenencia a su cultura. Oportuno homenaje de gratitud el realizado por la Asociación de Profesores de Latín y Griego de la Región de Murcia y el IES Ingeniero de la Cierva, titulado «Gracias Grecia por nuestra herencia». Me sumo a ello.

¡Efcharisto Grecia!.

Y el agradecimiento les ha sido devuelto porque los profesores han sido invitados a Grecia donde se han reunido con dos ministros y han recibido el encargo de realizar una serie de televisión.

¡Efcharisto España!

Me gusta ver escondidas esas muestras de gratitud en los pequeños gestos de nuestra vida cotidiana. La palabra gracias acompaña las despedidas al viajero con los carteles a la salida de la ciudad: «Gracias por su visita».  También lo vemos en modestos carteles colgados en la puerta de los comercios tradicionales.

Es buena costumbre la de agradecer a los que nos visitan, sobre todo si de turismo hablamos. Da rabia cuando viajas a algunos lugares y ves como te reciben con hastío. Tuve esa sensación en Praga y en Venecia con un personal cansado de turistas, como esos viejos actores aburridos de representar siempre la misma comedia.

Recuerdo vestido de lunares

Recuerdo vestido de lunares

Por eso me pareció perfecta la campaña Gracias de turismo que Andalucía realizó en agradecimiento a turistas y andaluces en 2002. Una de las campañas más acertadas desde mi punto de vista. Los que nos visitan llevarán para siempre un detalle que se nos antoja rojo entre la niebla del invierno de Londres: el rojo del clavel y del geranio o los lunares juguetones de los zapatos de baile de una niña.

¿Y el turista?. También agradece los momentos vividos en el lugar que visita. Las experiencias y el carácter acogedor de los habitantes son elementos que destacan miles de visitantes que aprovechan las redes sociales para lanzar videos que hacen competencia a las campañas institucionales. Este que os traigo me parece especialmente emotivo. Lo realizó Lucas Jatobá para dar las gracias a la ciudad de Barcelona en la que había sido tan feliz. Lanzó globos de colores con entradas para el teatro y una carta deseando a quien la encontrara que se divirtiera tanto como él durante los tres años que pasó alli. Montones de globos sobrevuelan la ciudad mientras que suena la canción de Jessica Allossery  «Change the world» como un deseo y una invitación.

¿Cambiamos el mundo? ¿Te animas a escribir tu nota de agradecimiento en el mapa?


…Y Google llegó a la poesía

Jimmy Lawlor. Lateral Thinking

Era inevitable… si la poesía menciona todo lo que nos rodea, ¿Cómo olvidar a Google?. Tarde o temprano tenía que suceder. Me pregunto, una vez más, cómo hemos podido llegar a estos tiempos sin el mágico buscador. ¿Cómo nos movíamos antes sin la herramienta que ya es una extensión de nuestros dedos?.

Y hay que decir que Google no desentona, más bien se le ve cómodo, en este poema que podría ser el retrato robot de un tipo de turista muy común en nuestros días: aquel que no necesita de intermediarios, que decide viajar de repente y se busca la vida, el que sabe lo que quiere y lo que quiere es desconectar perdiéndose en un paisaje rural que le es ajeno, pero sin renunciar a conectarse en el momento deseado mediante el «dios» de la tecnología, el que no olvida el ordenador y los libros en el equipaje, el que valora la cultura del detalle, busca el equilibrio entre lo clásico y lo moderno, le gusta poner nombre a la gente que le presta el servicio, se remanga para hacer pan y pone interés en aprender el lenguaje de las vacas…

Aquel que imagino al día siguiente volviendo al ruido, al humo, al estrés y que mide el tiempo entre viaje y viaje.

Todo lo demás sólo es paisaje.

Buscar en Google un hotel rural de cuatro estrellas,
una casa perdida en las montañas,
un caserón antiguo del siglo XIX con la fachada de color azul,
con vistas, con balcones de madera,
con un perro que ladra y una vaca que hace muuuu.

Llamas por teléfono
reservas una habitación individual para tres noches,
270 euros sin incluir el desayuno,
das tu número de tarjeta de crédito, das las gracias,
preparas tu equipaje,
camisetas, calcetines, libros, ordenador portátil, pomada para la dermatitis,
adiós querida y que te vaya bien,
coges un tren, un autobús, un taxi,
llegas al hotel rural y compruebas que efectivamente
tiene cuatro estrellas y una fachada de color azul,
con vistas, con balcones de madera,
con un perro que ladra y una vaca que hace muuuu.

Todo ha sido restaurado, limpiado, pulido, abrillantado,
hay sensores de movimiento en cada tramo de escalera,
hay ascensores, hay hilo musical.

La chica de la recepción se llama Carmen.

Tu habitación es perfecta,
sábanas blancas, toallas blancas, chocolatinas,
todo es suave y huele bien.
El salón es enorme, los techos altos,
hay tapices y muebles antiguos y baldosas y sillones y un espejo,
también hay wifi, claro, imprescindible, sin wifi                                                                                                  prefieres no venir de vacaciones, no existir, no sentarte en los sillones,
no desayunar cruasanes y café y pan con mantequilla.
El armario perteneció a los antiguos propietarios y las lámparas también.

Podrías vivir aquí durante años.

Te haces amigo de las vacas y de las señoras viudas ya mayores
que salen a pasear por las montañas,
comes forraje y manzanas rojas,
muchas verduras, alcachofas, coliflor,
no ves la tele porque estás muy ocupado
haciendo pan, cortando leña, buscando una vara en que apoyarte,
bebes el agua directamente de los ríos,
te acostumbras a andar despacio
y a toser mientras intentas encender otro cigarrillo,
arreglas las goteras del tejado, riegas el jardín,
pintas de negro Titanlux las rejas de la puerta y las ventanas
y por las tardes te conectas a internet para actualizar tu blog y bajar algo de porno
y te sientes feliz y natural
como un perro que ladra y una vaca que hace muuuu.

Manuel del Barrio Donaire. Instrucciones para irte de vacaciones

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