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Nuestra memoria en papelillos de colores

En un sencillo acto de adivinación os imagino mientras leéis esta historia  con atención: papeles revueltos en vuestra mesa…. y pantalla llena de notas de colores, preferentemente amarillas, como neuronas de la memoria, que se han escapado de vuestra mente, en la que ya no confiáis, para haceros recordar que tenéis que llamar por teléfono a María, que hay que hacer una corrección a un texto, una cuenta pendiente, la lista de la compra… Puedo adivinar también cuáles están condenadas a no ser vistas: aquellas que ya se han doblado sobre sus esquinas y la tinta empieza a desaparecer. En fin, tantas notas que terminamos por no verlas. Se han hecho tan imprescindibles en nuestro trabajo, que existe la versión electrónica para los que apuestan por la “oficina sin papeles”. Con My Stickies, se pueden incluso dejar anotaciones cuando visitemos algunas páginas web.  Nuestra memoria en “papelillos” o post-it, esa palabreja que nadie pronuncia igual.

La historia de las famosas notas Postit, comienza en 1968, cuando Spencer Silver, un investigador de la compañía 3M, buscaba un adhesivo potente, que finalmente resultó fallido. Toda la partida de pegamento se apartó y guardó. En 1974, uno de los ingenieros de la empresa, buscando una solución para evitar que se cayeran los papelitos que introducía en su libro de salmos para marcar las canciones cuando iba a la iglesia, pensó que sería ideal tener hojas con un poco de pegamento, de manera que resistiera ser pegado y despegado muchas veces. En ese momento, recordó, la vieja partida de pegamento malogrado, dando lugar a los ya imprescindibles Post-it,  marca registrada, propiedad de la Minnesota Mining and Manufacturing Company, más conocida como 3M.

Esto es lo que se dice un invento fortuito o dicho más literariamente, Serendipia, es decir, el hallazgo inesperado de cosas o ideas interesantes en el proceso de búsqueda de otras.  El término Serendipity, de connotaciones viajeras, fue acuñado en el siglo XVIII, por el escritor Horace Walpole, a partir de un cuento de 1557, titulado Los tres príncipes de Serendip, que relata la historia de unos individuos que, a medida que viajaban y gracias a su capacidad de observación y sagacidad, encontraban de manera fortuita la respuesta a problemas que previamente no se habían planteado.

La Documentación lo ha incorporado como uno más de los factores que sirven para evaluar los sistemas de recuperación de información, junto a la exhaustividad, la precisión, el silencio y el ruido. En las bibliotecas, la Serendipia, que algunos traducen como chiripa, es muy frecuente y en cierto modo está facilitada por los sistemas de clasificación, que permiten agrupar, en la misma estantería, libros de contenidos similares. También los catálogos en línea favorecen los hallazgos fortuitos y pertinentes. Tanto es así que, hay diseñadores de sistemas de información que visitan librerías y bibliotecas, para hojear material bibliográfico dejando discurrir el pensamiento, con objeto de ir definiendo las características de esos sistemas que están definiendo. ¿Se inspirarán usando hojas de colores?

Pero ¿Qué ocurre en lo personal?, ¿A dónde nos llevará la búsqueda si anotamos en esos «papeles de la memoria» algo insignificante a los ojos de los demás?. Jean Sébastien Monzani, nos hace una propuesta de búsqueda en el vídeo “Your secret”: “tomémonos el tiempo todos los días para pensar en un bello recuerdo”. Tal vez nos encontremos con la felicidad que nos producían los dulces cuando éramos niños o con la emoción que sentimos al hojear un libro usado.

La información me busca

“Cuando se buscan conexiones se acaba encontrándolas por todas partes y entre cualquier cosa. El mundo estalla en una red, un torbellino de parentescos en el que todo remite a todo, y todo explica todo».

Umberto Eco

En el Universo, ocurren diferentes sucesos que, de alguna manera, afectan a los seres humanos. Son sucesos difíciles de entender desde nuestra forma racional de interpretar lo que nos acontece. La filosofía, la mitología, la religión y la parapsicología dan respuestas enmarcadas en contextos culturales que no siempre nos convencen y la ciencia, por su parte, trata de estudiar las reglas y leyes que rigen estos hechos.

Pero ninguna evita que nosotros, ciudadanos de a pie, nos quedemos perplejos cuando se encadena una serie de circunstancias que llamamos casualidades, pero que actúan como respuestas a dudas que se nos han planteado. Puede ser una canción, una sensación o la página de un libro. Desde la Física se desarrollan teorías que no alcanzamos a valorar si son ciertas o meras especulaciones, que nos hablan de dos mundos que están conectados, el mundo material y el de los sentidos.

Podemos ser meros espectadores, tomarlo a broma o suponer que existe un orden superior que nos pone frente a las cosas que necesitamos saber, para encontrar lo que buscamos. Como de búsqueda se trata, pensamos que nuestra profesión y el entorno en el que nos movemos es especialmente sensible a estos hechos. Los libros, carteles, documentos y el continuo manejo de información hace que nos topemos repetidamente con esas coincidencias significativas que el psicólogo C. G. Jung denominó principio de sincronicidad. Se trata de la coincidencia en el tiempo de dos o más sucesos no relacionados causalmente y que tienen el mismo significado para el receptor de los mismos.

Reflexionad un poco y pensad si alguna vez no habéis abierto un libro justo por una frase que responde a una pregunta que acabáis de formular, pronunciáis una palabra y acto seguido la oís en la radio, como si hubiera sintonía con el locutor al que no conocéis de nada; os ronda un problema por la cabeza y de pronto leéis un cartel publicitario que dice: “¿Y si probaras  a decir lo que sientes?”. Te planteas una duda y al abrir un periódico encuentras un artículo sobre el tema. Hablas de un antiguo profesor con el que no tienes relación alguna y de pronto llama por teléfono interesándose por un libro que hay en tu biblioteca. Buscas información para atender a un usuario, no encuentras nada, pero al día siguiente llega a tu correo electrónico un mensaje por error, que comunica dónde puedes localizar la información, totalmente pertinente, que estabas buscando… Es como si la información nos buscara. ¿Alguien da más?. Pues sí, la historia que se cita siempre como ejemplo de sincronicidad le sucedió (o al menos eso se cuenta) al actor Anthony Hopkins .

Preparaba su papel para el rodaje de la película “La chica de Petrovka” y decidió comprar la novela en la que se basaba el guión, pero no consiguió encontrarlo en ninguna librería londinense. De vuelta a casa, fue a tomar el metro a la estación de Leicester Square cuando, de pronto, halló el libro en un banco. Se trataba de un ejemplar usado, con anotaciones en los márgenes. ¡Que casualidad¡ debió pensar en ese momento… pero tiempo después, durante el rodaje, conoció a George Feifer, el autor del libro, que contó a Hopkins que había perdido en el metro su ejemplar anotado…

Estas coincidencias, ¿contienen un mensaje escondido dirigido a nosotros? ¿Qué fuerza desconocida representan? Hay quien habla de un «inconsciente colectivo», como almacén secreto de recuerdos, a través de los cuales las mentes pueden comunicarse. Deepak Chopra, pionero de la medicina mente–cuerpo, escribe en su libro Sincrodestino, que “cada coincidencia es un mensaje, una pista sobre un aspecto particular de nuestras vidas que requiere atención”.  Según Zancolli, existen dos subtipos de sincronicidad. “El primero de ellos es el denominado ‘ángel de la biblioteca’, que es el hallazgo de libros y la unión especial que mantenemos con ellos. Decimos: ‘¡cómo me gustaría leer tal cosa!’, y a la hora alguien nos regala ese texto. El segundo, es la ‘serendipidad’: en el campo de la ciencia hay coincidencias que originan descubrimientos importantes. La naturaleza ayuda a quien está preparado para interpretar algo y encontrar en ello lo nuevo. Pero hay que tener la formación para poder interpretarla”. Chopra añade que hay que tomar conciencia de las coincidencias mientras ocurren, para así poder aprovechar las oportunidades y hacer que la conciencia se traduzca en energía.

Si esto es cierto, no estaría mal que en las Facultades y cursos de reciclaje para documentalistas, nos instruyeran en el manejo del principio de sincronicidad, quizás así nos evitaríamos horas rastreando información que a veces se empeña en ocultarse. De este modo cuando un usuario venga a preguntar cómo va su consulta, le responderemos “estoy esperando a que me busque”.