• Escribe tu mail

    Únete a otros 63 suscriptores
  • Docuviajes

  • Docutwit

  • ¡Llevátelo!

  • Posts Más Vistos

Nuestros recuerdos en las nubes

lostmem

Deja que me cuele un poquito en tus pensamientos mientras haces el equipaje para ir de vacaciones en busca de recuerdos para el futuro y junto a la ropa imprescindible has preparado la batería, la tablet, el pendrive y has puesto a punto tus ficheros en la nube. No quieres perderte nada ¿verdad?. Una comida aquí y una ráfaga de fotos allá, almacenada y compartida… A la vuelta ya habrá tiempo de verla con detenimiento.

En un mundo hiperconectado nuestra memoria la tenemos repartida en tweets, post, repost, pines, fotografías que vuelan en la red y repositorios que ya no existen… ¿Dónde están nuestros recuerdos?, ¿Dónde está nuestra memoria? ¿Lo compartido es lo vivido? ¿Hemos cambiado la memoria por el control del flujo de la información?

¿Qué ocurre con la piel, el oído, el tacto y el olfato… ese archivo que portamos con un enorme poder evocador?. ¿Y los ojos?. ¿Desaprenderán a recordar, acostumbrados a desplazarse de pantalla a pantalla viendo transferir archivos de nuestro dispositivo a la nube?. ¿Y el alma… dejará de ser analógica y podremos descomponerla en ceros y unos?

¿Qué pasaría si un día hubiera una tormenta electromagnética y destruyera los datos digitales?. Te invito a que veas este cortometraje escrito y dirigido por François Ferracci. La historia es sencilla, una historia de amor más, pero no las circunstancias. Marc va en busca de su amor perdido antes de la caída de la «nube».  ¿Cómo encontrar a quien permanece desconectado?

Lost Memories presenta un paisaje formado por imágenes saturadas, videos, hologramas con una estética que recuerda a Blade Runner y Wong Kar Wai, para invitarnos a reflexionar sobre la perdida de nuestros recuerdos.

Y ahora sigue preparando tu maleta o sal a la calle y compra una polaroid 😉

Mientras tanto mira, oye, huele, siente y comparte…

¡Buen viaje!

 

Porque el amor se hereda…

anilloparis

¿Qué recordamos de los viajes que no hicimos?

¿Dónde ponemos los souvenirs de los viajes ajenos, como amuletos que consigan que un día seamos nosotros los que nos pongamos en camino hacia esos lugares viajados en postales y soñados en el fondo de una taza de té?. Viajes pospuestos por amor y dedicación al cuidado de los otros. Sueños, nunca expresados, a los que un día les abre la puerta alguien que nos quiere.

Porque estoy de acuerdo con García Montero en que el vínculo de la sociedad son los cuidados y porque el amor se hereda… quiero traeros hoy este poema dedicado a los que sueñan con viajes no realizados y a los que un día abren la puerta de nuestros sueños. ¿Los ves? Tal vez te acompañan en tu ruta diaria en el autobús, o se esconden en el poema que espera en las paginas de un libro.

Dentro de nada,

cuando me den permiso

las estúpidas fieras de mi tiempo,

cumpliré una palabra que nunca me pediste.

Te llevaré a París.

Porque tal vez, entonces,

en los Campos Elíseos

o en las aguas del Sena,

con Notre Dame al fondo o con la Torre Eiffel,

veré de nuevo el brillo

más joven de tus ojos,

la luz adolescente

que baja del tranvía

con bolsas y comercios y saludos

y poco más de veinte años.

Hoy te recuerdo así,

como los días sin colegio,

bandera hermosa de un país difícil,

lluvia delgada de los sábados.

Nunca guardaste mucho para ti.

Ni siquiera una noche,

una ciudad o un viaje.

Tu tiempo se sentaba en nuestra mesa

y había que partirlo como el pan,

entre tus hijos y tu miedo.

Seis veces el temor

a que la enfermedad, el vicio o la desgracia

se quisieran sentar en nuestra mesa.

No vayas a salir, a dónde vas ahora,

hay que tener cuidado

con los amores y las carreteras,

deja ya la política

o la gruta del lobo.

Y sin embargo

lo que no te atrevías a pedir

duerme en el corazón de cada uno.

Porque el amor se hereda

como un abrigo sin botones,

y a mí me gustaría acompañarte

por los pasillos del museo,

más obediente y repeinado,

para encontrar en la Gioconda

el sueño y la sonrisa

de un carné de familia numerosa.

Te llevaré a París

o a la ciudad que duerme

en la taza de té de tus meriendas,

con tu cristalería

de familia burguesa

y más aspiraciones que dinero,

con tus dientes manchados de carmín,

con tus estudios de Filosofía

y Letras, je m`apelle

Elisa, j`ai cherché

la lune, la mer, la vie,

la pluie, mon coeur,

y todo se interrumpe.

Sólo somos injustos de verdad

cuando sabemos que el amor

no pasará factura.

Pero el cauce sin agua

también puede llegar a desbordarse,

como los ríos de Granada,

y a tu lado me busca

esta vieja nostalgia de ser bueno,

de no ser yo,

de conocer al hijo que mereces.

Te llevaré a París. En mi recuerdo

has aprendido algo

de lo que te olvidaste en la vida:

pedir por ti, andar por tus ciudades.

Luis García Montero «Madre»

Las cartas de Juliette

Cada uno de nosotros hace su pequeño trabajo: tú, compones una obra maestra, yo te amo. Me parece que mi obra no será inferior a la tuya

Juliette Drouet

Quizás no lo sepas pero te cruzas con ella cuando paseas por París y haces una parada en la Place de la Concorde, para ver los escenarios de la Revolución Francesa, seguramente te ha pasado desapercibida su evocación entre las páginas de los libros que habitan miles de bibliotecas, o desde el palco de un teatro o tal vez en la pantalla del cine cuando acudes a un estreno… No sabes su nombre, porque es la huella silenciosa de Juliette.

Strasburg

Estrasburgo en la Plaza de la Concordia

Podría haber sido la protagonista de una novela pero eligió ser la musa. Huérfana desde los primeros meses de vida pasó su infancia en un convento. Buscando mejor destino, de adolescente pasó a ser modelo y amante del escultor James Pradier que la inmortalizó en la escultura que representa a Estrasburgo en la Plaza de la Concordia. Su belleza le abrió las puertas del teatro hasta que conoció al amor de su vida, Victor Hugo.

Él nunca abandonó a su esposa ni renunció a amantes ocasionales, pero su historia de amor duró toda la vida, cincuenta años en los que compartieron su día a día mediante una extensa correspondencia. Si la vida pudiera medirse en cartas, la suya les duró 23.650 cartas, toda una colección que se conserva en la Bibliothèque Municipale de Fougères, localidad en la que nació Juliette.

Carta de Juliette a Victor Hugo

Carta de Juliette a Victor Hugo

Una historia de amor que tiene su primera noche el 16 de febrero de 1833, una fecha memorable que Victor Hugo deja inmortalizada en Los Miserables, porque en la novela esa es también la primera noche de Marius y de Cosette, la noche que Cosette irradiaba hermosura y amor . Durante cincuenta años, cada 16 de febrero celebraron su aniversario como si de un nacimiento se tratara:

El 26 de febrero nací a la vida, el 17 de febrero de 1833 nací a la felicidad entre tus brazos. La primera fecha solo representa la vida, la segunda representa el amor. Amar es más que vivir…»

Pero Juliette no fue solo la musa del escritor: copió toda su obra, lo acompañó en sus viajes y fue su compañera incondicional en el exilio. Su presencia se respira en las casas museo de Victor Hugo en París y Guernesey. Con miles de cartas escritas a lo largo de su vida podemos considerarla también escritora. Me pregunto si hoy en la era del correo electrónico y el twitter no sería una twittera famosa por sus #cartasdeamor de 140 caracteres.

 

Habitación Hugo-Drouet en el Hotel Montmartre mon amour (París)

Hoy el Hotel Montmartre mon amour recrea su historia invitando al viajero a conocer los lugares de París que conservan las huellas de Hugo y Juliette y a la lectura de los libros que recogen sus cartas y encuentros amorosos.

Y en los teatros, la obra Victor Hugo mon amour rinde un homenaje a la relación de estos amantes al tiempo que incluye una petición para que se le de el nombre de Juliette a una calle, un parque, un jardín o una biblioteca o al menos a un banco en el que figure»Juliette Drouet, musa y amante de Víctor Hugo», añadiendo la leyenda «Amar es más que vivir …». Un banco situado en un lugar romántico donde los enamorados puedan ir a besarse y jurarse amor eterno.

Si estos días vas al cine a ver Los miserables recuerda que podrás disfrutar de ello porque Victor Hugo escribió la novela pero también porque Juliette tuvo la pequeña heroicidad de copiarla y salvarla en el momento justo.  Así que cuando ya estés en los créditos finales no olvides hacer un guiño a Juliette. Ella, desde algún sitio escondida entre sus cartas, estará sonriendo cada vez que lea que Marius y Cosette tuvieron su noche de amor el 16 de febrero de 1833 o cuando oiga a los amantes recitar las palabras que fueron escritas para ella: Je te baise mille fois…

Amor en las paredes de la ciudad

Yo recuerdo
los primeros abrazos, solitarios,
a la pared pegados,
huyendo de la lluvia por las calles
de una vieja ciudad,
recién enamorados todavía,
felices y nerviosos.

Luis García Montero. El jardín pasajero

Besos de la artista urbana Claire Streetart

Me pregunto cuántos viajes se realizan para visitar los museos que han recogido, a lo largo de siglos, las obras maestras de la historia del arte. Empujados por la búsqueda de pinturas y esculturas, que vimos por primera vez en nuestros libros de texto, peregrinamos al Prado, el Louvre o la Galería de los Uffizzi.

Horas haciendo colas interminables solo para contemplar El nacimiento de Venus, Las Meninas o la risueña Mona Lisa protegida por su pantalla de metacrilato. Luego, paseo acelerado a contemplar aquella cúpula que el Renacimiento nos dejó o la ojiva de un gótico incipiente. Ojos y pies dirigidos a seleccionar lo que nos dejaron el arte y los artistas que la Historia ha legitimado.

Pero, ¿Y si el arte está en la calle?, en la puerta de cristal del café donde tomamos un tentempié, en la esquina donde nos apoyamos para ajustarnos el zapato que empieza a incomodarnos o en la fachada de esa casa envejecida que no merece nuestra atención de turistas exquisitos. Parémonos un poco y, a modo de moviola, retrocedamos observando cuanto nos rodea… Así nos encontraremos por las calles de París con la obra de Claire Streetart, una artista treintañera que ha decorado las paredes de la ciudad con besos de amantes.

Esta artista, de formación académica que se reconoce admiradora de Gustav KlimtMagritte, Hockney y Hopper, ha tenido éxito en el desarrollo de un universo alrededor de la pareja. Cada pieza es única, dibujada y coloreada a mano. Familiares y amigos posan para las fotografías que, tras un proceso de fabricación artesanal, quedarán convertidas en los amantes que se besan furtivamente en las esquinas de la ciudad, junto a extintores, máquinas expendedoras o el respiradero de una pared desconchada.

Su obra no te deja indiferente porque es una aproximación artística a la vida cotidiana de esta ciudad en la que el amor está siempre visible como objeto artístico. Convertidos en voyeurs que caminan por la ciudad, este arte urbano no nos lleva a los libros de texto de arte sino a las páginas de una historieta de Milo Manara.

Si queremos conocer in situ el arte de Claire tendremos que viajar a París, Montpellier y Brasil, donde las paredes son el lienzo y las calles el museo. Allí las audioguías se sustituyen por las conversaciones con los viandantes y la firma de la artista hay que buscarla en el muslo de la amante. Pero no olvidéis que este arte es efímero, contemplad y guardar las imágenes en vuestra memoria antes de que un vil brochazo de pulcra pintura entierre a estos amantes que se besan eternamente.

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

Pasear por París con La sonrisa de las mujeres

Pero es muy corto el tiempo de las cerezas,

pendientes de coral que se cortan soñando…

Le temps des cerises

Hay libros que cuando los estás leyendo tienes la sensación de estar viendo una de esas películas dulzonas diseñadas para una tarde de primavera que se completa con una cena en la que no falta una copa de vino, la música y una buena conversación con deseos y promesas de viajes. Esa es la sensación que produce  la novela La sonrisa de las mujeres, un libro que me atrapó por el diseño de su cubierta, todo un cóctel encaminado a provocarte las ganas de viajar: el restaurante que homenajea con un toque romántico a la izquierda francesa, las calles de la ciudad del amor, un libro como hilo conductor, pinceladas de gastronomía francesa, encuentros en restaurantes, cafés y librerías, un equívoco amoroso, la música y un abrigo rojo…

Es una novela para pasear y oir París. Tal vez las guías turísticas dejen de ser material de lectura para convertirse en prácticas aplicaciones móviles y busquemos para leer las ciudades lo que yo me atrevería a denominar novelas turísticas, en una nostálgica vuelta a la literatura de viajes.

Pasear por París y gozar de sus brasseríes y restaurantes fácilmente identificables como la Brasserie Lipp donde la editorial celebra la fiesta de Navidad, Le BelierLe Procope, el primer café de París en el que se reunían literatos y filósofos como Voltaire, Rousseau, Balzac, Victor Hugo y Anatole France o La brasserie del Hotel Lutetia, típica cervecería parisina que hoy es punto de encuentro de los residentes de la rive gauche, no exenta de un pasado oscuro porque sirvió de cuartel general a Hitler. Mención especial recibe La Coupole, la joya del Art Déco en Montparnasse en la que Etore Scola rodó Le Bal, una curiosa película que narra la historia de Europa sin moverse del salón de baile.

Citas en cafés para tertulias interminables como La Palette o Les deux Magots, un café de 1885, referente de la vida cultural parisina, por el que han pasado artistas como Paul Verlaine, Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Elsa Triolet, André Gide, Jean Giraudoux, Picasso, Fernand Léger, Jacques Prévert, Hemingway, Sartre, Simone de Beauvoir o Ernesto Sabato.

Si el hilo argumental se desarrolla en torno a un libro y al negocio editorial no pueden faltar las librerías como Le Capricorne o Assouline donde el protagonista compra sus libros favoritos de fotografía. Esta guía, que es nuestra novela, se completa con un guiño al turismo de compras por lo que muy sutilmente los personajes se cuelan en los grandes almacenes Le Bon Marché, la tienda de accesorios Harem o la pequeña tienda de joyas de la diseñadora israelí Michal Negrin.

El toque gastronómico lo ofrece el menu d’amour que la protagonista elabora para enamorar al comensal o el famoso curry d’agneau de La Coupole una receta de 1927 que nos lleva desde París a la India.

Una novela para pasear y oir París, sí, porque desde sus primeras páginas este libro tiene su propia banda sonora que os invito a recorrer conmigo. El nombre del restaurante propiedad de la protagonista es Le temps des cerises, el título de una canción cuya historia se remonta a 1866. Esta canción de amor escrita por Jean Baptiste Clément  mientras luchaba en las trincheras defendiendo la Comuna de París y que luego dedicó a la enfermera que murió a manos de la policía se covirtió en el himno de los obreros y los comunards.

 La música está latente en los locales de Saint-Germain-des-Press, uno de los barrios más destacados de la vida intelectual parisina, donde el existencialismo compartía mesa con el jazz. Música que nos acerca al estado de ánimo de los protagonistas: Anne Sylvestre con Chanson de toute seule expresa el abandono, La Fée Clochette de Polo, nos habla de hadas que se ven a través de vasos de whisky, Fibre de verre de Paris Combo, acompaña los momentos de inspiración del novelista, Un jour comme un autre de Brigitte Bardot ilustra la soledad de la amante abandonada, On n’a pas besoin de Paris Combo, nos recuerda que no siempre hay que buscar lejos porque se encuentra cerca lo que estamos buscando y La mer opale de Coralie Clément, evoca los ojos verdes de Aurélie.

Mientras que Georges Brassens con Je m’suis fait tout petit suena para retratar a un hombre domado y rendido ante el menu d’amour.

Pero el libro no acaba en sus páginas sino que se hace cómplice con el lector a través de una página web y las redes sociales. Si habéis llegado hasta aquí, después de este apresurado recorrido por la Ciudad de la Luz, quizás os interese saber qué historia nos cuenta, porque a este libro que es una película no podía faltarle un trailer. Y ahora decidme ¿No os apetece viajar a París?

Librería y hogar fuera del hogar


George y Sylvia

¿Te vienes a París? No necesitas mucho, solo ganas de pasear, una lista de libros leídos y por leer y una maleta llena de palabras de todos los idiomas para derrocharlas durante horas a lo largo de la noche con lectores, viajeros y poetas. Tampoco hace falta que reserves habitación en un hotel. Trazaremos las calles de la ciudad a golpe de página y buscaremos las huellas de la cultura de España y Latinoamérica recorriendo las rutas del Instituto Cervantes en París, donde encontraremos a Balenciaga, Buñuel , Vargas Llosa, algún idealista de la Revolución Francesa y a algún liberador del París de la II Guerra Mundial.

Pierre Bourru J. Les bouquinistes

Y curiosearemos por los bouquinistes o pequeñas librerías de viejo del Sena. Con la puesta de sol, antes de que asomen las farolas, recalaremos en la Rue de La boucherie, en un edificio de 1611 que albergó al fraile que al atardecer se ocupaba del encendido de las luces de la ciudad.

Hoy este edificio, con unas ventanas que ofrecen una maravillosa vista de Notre Dame, está ocupado por la fascinante librería Shakespeare & Company.  una «fábrica» de historias en la que no solamente se venden libros. Puede decirse que tiene funciones de biblioteca porque todos los volúmenes pueden ser leídos, incluso llevados a la pequeña plaza que se encuentra enfrente. La confianza es la consigna. Es también un hospedaje para viajeros con pasión literaria. La librería está repleta de camas que durante el día suelen alojar libros, o al gato negro que deambula por la arquitectura doméstica de sofás, mesas y estantes. Durante la noche, la librería ofrece sus camas a cualquiera que necesite descansar. Para quedarse, es suficiente con comprometerse a trabajar dos horas al día. De cada viajero que aloja, se espera que antes de irse escriba una autobiografía y refleje los textos que ha escrito en la librería.

Imposible encontrar un hueco

Este paraíso, que contrasta con el espíritu comercial de otras librerías, nació en 1950, cuando la zona donde se encuentra, era un barrio bajo, con artistas callejeros y hoteles de mala muerte. Su creador es el bostoniano George Whitman, que acaba de fallecer. Pero los orígenes de su emblemático nombre datan de 1919, cuando Sylvia Beach, librera y editora de origen norteamericano, fundó en la Rue de l´Odeon lo que llamaba su hogar lejos del hogar. Durante más de veinte años funcionó como lugar de encuentro, oficina de correos, agencia de cambio de moneda, biblioteca, editorial, pensión, y salón de lectura. Y fue allí donde se publicó por primera vez el Ulyses de Joyce, esa obra que los ingleses consideraban obscena.

Escribir en Shakespeare and Co.

Durante la II Guerra Mundial fue confiscada como represalia ante la negativa de Sylvia a vender un libro a un oficial alemán. Cuando los aliados liberaron París, quién “liberó” la librería fue nada menos que Heminway. Sin embargo, nunca más se reabrió hasta que George Whitman decidió bautizar su librería situada en la rivière gauche del Sena, con el nombre Shakespeare & Co.

Hoy la librería,  regentada por la hija de George, a la que muchos denominan la nueva Sylvia Beach, se ha convertido en lugar de paso de turistas y escenario de películas como Midnight in Paris o Antes del atardecer.

Pero no olvidemos que aquí los auténticos protagonistas son los libros como ha recogido el cortometraje de animación Mourir auprès de toi realizado por Spike Jonze que toma como escenario las estanterías llenas de libros. En la soledad de la noche, despiertan los personajes que habitan las portadas de los libros. Allí cobran vida en forma de siluetas de fieltro creadas por la diseñadora Olympia Le-Tan para narrar la historia de amor entre Mina, la novia de Drácula, y el pobre esqueleto de Macbeth imposibilitado para responder a la invitación de la amada.

Mina escapa de la cubierta de Drácula

Serán testigos de este amor los libros que comparten estante: Bajo el volcán de Malcolm Lowry, Gattopardo de Lampedusa, Le grand horloger de Boris Vian, Sartoris de William Faulkner… y por supuesto Moby Dick  de Herman Melville que cobrará vida para acoger en su vientre a estos enamorados, porque nada hay imposible si de amor se trata.

Por todo ello, si eres amante de los libros, las historias… y viajas a París no dejes de incluir en tu ruta, junto al Louvre, la torre Eiffel o Notre Dame, una visita a esta librería que ya es patrimonio de todos los viajeros. Quizás tras el viaje, la inspiración te lleve hasta un cuaderno para escribir palabras como éstas:

Para los amantes de los libros, para los buscadores de historias, para los dichosos de la libertad,  esa librería siempre representará un refugio, un lugar donde se será bien recibido vengas de donde vengas, vayas hacia donde vayas, cualquiera que sea tu destino.  Un lugar de una y muchas historias.  La mía fue una de ellas.  Si pasan por París, busquen la suya en este lugar que les estará esperando.

Bromas en una foto turística de París

Tiempo de vacaciones y tiempo de fotografías… Un monumento aquí, un paisaje allá, una pose simpática, un gesto cariñoso para recordar, aquí con la Torre Eiffel al fondo, que se sepa que fuimos a París porque nos queríamos.

Creo que ha debido caer en picado la venta de postales porque ya todo el mundo tiene una cámara entre las pestañas que registra todos y cada uno de nuestros momentos felices. Dicen que esta costumbre de fotografiarlo todo viene de Japón. Los japoneses, siempre escasos de espacio, empezaron a fotografiar todo aquello que querían poseer y no podían almacenar. Fotografiar es una forma de congelar el tiempo para poseerlo; es un clic que  guarda en nuestra memoria aquellos momentos que no queremos olvidar.

¿Quién no tiene en casa un lugar para las cajas de fotos, los álbumes guardados por colores y perfectamente etiquetados por viajes?. ¿Y quien no ha dedicado una tarde melancólica a abrir la memoria en forma de album y ha tratado de buscarse en el tiempo? ¿Y quién no ha roto una foto como si fuera posible borrar el pasado? Ese pasado que creímos feliz y se tornó incómodo…

Contra la melancolía, nada mejor que el humor y el optimismo aunque sea agridulce como las canciones de Anna Roig, cantante catalana de madre francesa, que nos trae de nuevo palabras en francés y sonidos de la chanson francesa que despiertan a Brel y Gainsbourg.

Su repertorio propio está cargado de teatralidad y fina ironía, al igual que este vídeo de la canción «Bigoti vermell» que parece hecho de recortes de postales con caricaturas coloristas. Un bigote rojo para una «venganza simpática», para reirnos de ese que un día creíamos amar y no fue para tanto, para reirnos del que éramos y ya no somos.

Si eres de los que te vengabas de los libros de Historia pintando bigotes a Felipe V o a la reina Mª Luisa en el cuadro de Goya, no resistas la tentación de transformar esas fotos que hoy te duelen y que ves como ajenas, pero usa el photoshop porque un día cuando ya no te duela querrás volver a buscar a ese que también eres tú.

Bigoti vermell

Te pintaré un bigote con boli rojo

En aquella foto que nos hicimos en París.

Te pintaré un bigote con boli rojo

En esa foto que no puedo sufrir.

Y a mí me pintaré cabellos rizados, bien largos.

Para transformar en divertidos aquellos momentos que no fueron.

Te pintaré un bigote con boli rojo

En aquella foto que nos hicimos en París.

Te pintaré un bigote con boli rojo

En esa foto que no puedo sufrir.

Ya que no te lo puedo pintar de verdad, bien largo.

Para verte un poco divertido, tú que no lo eres ni nunca lo fuiste.

Te pintaré un bigote con boli rojo

En aquella foto que nos hicimos en París.

Te pintaré un bigote con boli rojo

En esa foto que no puedo sufrir.

Y imaginaré que el viaje tampoco fue, tan largo,

Y imaginaré que de tan bonito incluso volvería a hacerlo.

Te pintaré un bigote con boli rojo

En aquella foto que nos hicimos en París.

Te pintaré un bigote con boli rojo

En esa foto que no puedo sufrir.

Y te pintaré una verruga y un moco que te cae, bien largo,

Para transformar en divertido todo eso que no lo fue.

Para transformar en divertido eso que recuerdo largo y triste,

Tan largo, tan triste,

Pero que de hecho … Tanto no lo fue

Desde un hotel de Lima a París, Amsterdam y Nueva York

Las canciones viajan más que los astronautas.

Joaquín Sabina

Los hoteles son los hogares de miles de viajeros que añoran y crean entre sus paredes. ¿Cuántas historias esconden en sí mismos y entre tantas vidas que pasan por sus solitarias habitaciones?.

A un hotel de Lima que se construyó para celebrar la Batalla de Ayacucho, que dio fin al dominio colonial español, llegó un español para la inauguración de un parque. El aire decadente de sus habitaciones, la magia y el homenaje a la canción de Bob Dylan «To Ramona», buscaron los acordes, las rimas y la emoción. Y así nació esta canción que conocemos como Peces de ciudad y que es en sí un viaje por ciudades de un lado y otro del charco.

 

Se peinaba a lo garçon

la viajera que quiso enseñarme a besar

en la gare d’Austerlitz.

Primavera de un amor

amarillo y frugal como el sol

del veranillo de san Martín.

Hay quien dice que fui yo

el primero en olvidar

cuando en un si bemol de Jacques Brel

conocí a mademoiselle Amsterdam.

En la fatua Nueva York

da más sombra que los limoneros

la estatua de la libertad,

pero en desolation row

las sirenas de los petroleros

no dejan reír ni volar

y, en el coro de Babel,

desafina un español.

No hay más ley que la ley del tesoro

en las minas del rey Salomón.

Y desafiando el oleaje

sin timón ni timonel,

por mis sueños va, ligero de equipaje,

sobre un cascarón de nuez,

mi corazón de viaje,

luciendo los tatuajes

de un pasado bucanero,

de un velero al abordaje,

de un no te quiero querer.

Y cómo huir

cuando no quedan

islas para naufragar

al país

donde los sabios se retiran

del agravio de buscar

labios que sacan de quicio,

mentiras que ganan juicios

tan sumarios que envilecen

el cristal de los acuarios

de los peces de ciudad

que mordieron el anzuelo,

que bucean a ras del suelo,

que no merecen nadar.

El Dorado era un champú,

la virtud unos brazos en cruz,

el pecado una página web.

En Comala comprendí

que al lugar donde has sido feliz

no debieras tratar de volver.

Cuando en vuelo regular

pisé el cielo de Madrid

me esperaba una recién casada

que no se acordaba de mí.

Y desafiando el oleaje

sin timón ni timonel,

por mis venas va, ligero de equipaje,

sobre un cascarón de nuez,

mi corazón de viaje,

luciendo los tatuajes

de un pasado bucanero,

de un velero al abordaje,

de un liguero de mujer.

Y cómo huir

cuando no quedan

islas para naufragar

al país

donde los sabios se retiran

del agravio de buscar

labios que sacan de quicio,

mentiras que ganan juicios

tan sumarios que envilecen

el cristal de los acuarios

de los peces de ciudad

que perdieron las agallas

en un banco de morralla,

en una playa sin mar.

Joaquín Sabina. Peces de ciudad

Dímelo en la calle (2002)