Penélope ya no espera

En otra época te hubiera esperado,
haciendo y deshaciendo esta madeja
interminable de horas y deshoras,
fabulando otra vida en que la vida
pudiera detenerse muchos años
haciéndome la loca, pero amor,
estamos en el siglo XXI,
son las cuatro y de nuevo tú no vienes.
Ya es hora de acallar a las sirenas
que con su canto airean tus prodigios,
y que se acabe de una vez el cuento,
y vaya rematando tu sudario

Alfonso Brezmes. La noche tatuada

En el Día  Internacional de la Mujer,

mis felicidades a todas las mujeres que toman su camino

y a los hombres que saben quererlas

Docuhistorias

Anuncio publicitario

Perdí el mapa de mi infancia

image

Hay poemas que llegan en el momento justo para poner palabras a lo que estás sintiendo, a lo que estás viviendo. Palabras que te hubiera gustado escribir y que te recuerdan que el camino que emprendes está lleno de huellas de otros que ya pasaron por allí buscando el mapa de regreso a la infancia.

Me he perdido, Señora.

¿Me puede acompañar, agarrando mi mano,

hasta un lugar donde alguien me conozca?

Recuerdo a una mujer haciendo sopa,

un ascensor que no llegaba al cielo,

unos hermanos queriendo y peleando,

un edificio que tenía entresuelo,

una vieja con manos de cartón

que hablaba de aquel buzo

-creo que era mi abuelo-.

Penélope tejiendo tapetes de ganchillo

sin Ulises viniendo de regreso.

Me he perdido y no tengo

un mapa de mi infancia,

comí aquel pan y no dejé miguitas

-no nadaba, Señora, en la abundancia-.

Mónteme, por favor, en aquel tiovivo,

quiero dar vueltas en el coche de bomberos

y déjeme después, se lo suplico,

en el tercero primera de una casa ardiendo.

Tito Muñoz. Perdido

Los viajes empiezan…

Los viajes empiezan siempre con un bostezar de las maletas

Marcos Pérez-Sauquillo Pérez

1943

Poeta y notario español

Anka Zhuravleva

Porque el amor se hereda…

anilloparis

¿Qué recordamos de los viajes que no hicimos?

¿Dónde ponemos los souvenirs de los viajes ajenos, como amuletos que consigan que un día seamos nosotros los que nos pongamos en camino hacia esos lugares viajados en postales y soñados en el fondo de una taza de té?. Viajes pospuestos por amor y dedicación al cuidado de los otros. Sueños, nunca expresados, a los que un día les abre la puerta alguien que nos quiere.

Porque estoy de acuerdo con García Montero en que el vínculo de la sociedad son los cuidados y porque el amor se hereda… quiero traeros hoy este poema dedicado a los que sueñan con viajes no realizados y a los que un día abren la puerta de nuestros sueños. ¿Los ves? Tal vez te acompañan en tu ruta diaria en el autobús, o se esconden en el poema que espera en las paginas de un libro.

Dentro de nada,

cuando me den permiso

las estúpidas fieras de mi tiempo,

cumpliré una palabra que nunca me pediste.

Te llevaré a París.

Porque tal vez, entonces,

en los Campos Elíseos

o en las aguas del Sena,

con Notre Dame al fondo o con la Torre Eiffel,

veré de nuevo el brillo

más joven de tus ojos,

la luz adolescente

que baja del tranvía

con bolsas y comercios y saludos

y poco más de veinte años.

Hoy te recuerdo así,

como los días sin colegio,

bandera hermosa de un país difícil,

lluvia delgada de los sábados.

Nunca guardaste mucho para ti.

Ni siquiera una noche,

una ciudad o un viaje.

Tu tiempo se sentaba en nuestra mesa

y había que partirlo como el pan,

entre tus hijos y tu miedo.

Seis veces el temor

a que la enfermedad, el vicio o la desgracia

se quisieran sentar en nuestra mesa.

No vayas a salir, a dónde vas ahora,

hay que tener cuidado

con los amores y las carreteras,

deja ya la política

o la gruta del lobo.

Y sin embargo

lo que no te atrevías a pedir

duerme en el corazón de cada uno.

Porque el amor se hereda

como un abrigo sin botones,

y a mí me gustaría acompañarte

por los pasillos del museo,

más obediente y repeinado,

para encontrar en la Gioconda

el sueño y la sonrisa

de un carné de familia numerosa.

Te llevaré a París

o a la ciudad que duerme

en la taza de té de tus meriendas,

con tu cristalería

de familia burguesa

y más aspiraciones que dinero,

con tus dientes manchados de carmín,

con tus estudios de Filosofía

y Letras, je m`apelle

Elisa, j`ai cherché

la lune, la mer, la vie,

la pluie, mon coeur,

y todo se interrumpe.

Sólo somos injustos de verdad

cuando sabemos que el amor

no pasará factura.

Pero el cauce sin agua

también puede llegar a desbordarse,

como los ríos de Granada,

y a tu lado me busca

esta vieja nostalgia de ser bueno,

de no ser yo,

de conocer al hijo que mereces.

Te llevaré a París. En mi recuerdo

has aprendido algo

de lo que te olvidaste en la vida:

pedir por ti, andar por tus ciudades.

Luis García Montero «Madre»

Caminante no hay camino…

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

Antonio Machado

(1875-1939)

Poeta español

Gilbert Garcin. On the road

Gilbert Garcin. On the road

Una ciudad doblada en la maleta

Risto Kuulasmaa. Travel light women

Dicen que hay que viajar solo al menos una vez en la vida porque nos ayudará a conocernos.Viajando solos nos encontramos con nosotros mismos, aprendemos a organizarnos, somos dueños de nuestras decisiones, manejamos nuestro tiempo y encontramos oportunidades para conocer gente nueva.

Pero lo cierto es que no hay viaje sin nostalgia, en el que la maleta alberga ausencias, en el que se vuelven extraños los cielos y la luz. Viajes en los que se cierran las calles a nuestro paso, duele el pasaporte que nos marca como ajenos al lugar que transitamos y los teléfonos no acortan distancias.

¿Es acaso lo mismo viajar solo que viajar en soledad?

Deshice la maleta. Fue saliendo
doblada una ciudad con voz de lluvia.
De la percha colgaron
los cielos rotos y la luz sumisa.
Ordené las preguntas
en la parte derecha del cajón
y a la izquierda dispuse un restaurante,
una mesa sin hambre y sin rumor de sábanas
para cenar cansado de estar solo.

Luego bajé a la calle.
En la esquina arrugada de una chaqueta negra
me detuve a mirar
la luna de las ropas interiores.
Dolía el pasaporte en el bolsillo
igual que los extraños y las tiendas cerradas.
Quise llamar un taxi. No levanté la mano.
Se paró junto a mí la desventura
de una ciudad vacía.

A media noche estaba a medio ser
en medio de la nada.

No sé viajar sin ti,
ni contarte las cosas por teléfono.

Luis García Montero «No sé viajar sin ti»

…Y Google llegó a la poesía

Jimmy Lawlor. Lateral Thinking

Era inevitable… si la poesía menciona todo lo que nos rodea, ¿Cómo olvidar a Google?. Tarde o temprano tenía que suceder. Me pregunto, una vez más, cómo hemos podido llegar a estos tiempos sin el mágico buscador. ¿Cómo nos movíamos antes sin la herramienta que ya es una extensión de nuestros dedos?.

Y hay que decir que Google no desentona, más bien se le ve cómodo, en este poema que podría ser el retrato robot de un tipo de turista muy común en nuestros días: aquel que no necesita de intermediarios, que decide viajar de repente y se busca la vida, el que sabe lo que quiere y lo que quiere es desconectar perdiéndose en un paisaje rural que le es ajeno, pero sin renunciar a conectarse en el momento deseado mediante el «dios» de la tecnología, el que no olvida el ordenador y los libros en el equipaje, el que valora la cultura del detalle, busca el equilibrio entre lo clásico y lo moderno, le gusta poner nombre a la gente que le presta el servicio, se remanga para hacer pan y pone interés en aprender el lenguaje de las vacas…

Aquel que imagino al día siguiente volviendo al ruido, al humo, al estrés y que mide el tiempo entre viaje y viaje.

Todo lo demás sólo es paisaje.

Buscar en Google un hotel rural de cuatro estrellas,
una casa perdida en las montañas,
un caserón antiguo del siglo XIX con la fachada de color azul,
con vistas, con balcones de madera,
con un perro que ladra y una vaca que hace muuuu.

Llamas por teléfono
reservas una habitación individual para tres noches,
270 euros sin incluir el desayuno,
das tu número de tarjeta de crédito, das las gracias,
preparas tu equipaje,
camisetas, calcetines, libros, ordenador portátil, pomada para la dermatitis,
adiós querida y que te vaya bien,
coges un tren, un autobús, un taxi,
llegas al hotel rural y compruebas que efectivamente
tiene cuatro estrellas y una fachada de color azul,
con vistas, con balcones de madera,
con un perro que ladra y una vaca que hace muuuu.

Todo ha sido restaurado, limpiado, pulido, abrillantado,
hay sensores de movimiento en cada tramo de escalera,
hay ascensores, hay hilo musical.

La chica de la recepción se llama Carmen.

Tu habitación es perfecta,
sábanas blancas, toallas blancas, chocolatinas,
todo es suave y huele bien.
El salón es enorme, los techos altos,
hay tapices y muebles antiguos y baldosas y sillones y un espejo,
también hay wifi, claro, imprescindible, sin wifi                                                                                                  prefieres no venir de vacaciones, no existir, no sentarte en los sillones,
no desayunar cruasanes y café y pan con mantequilla.
El armario perteneció a los antiguos propietarios y las lámparas también.

Podrías vivir aquí durante años.

Te haces amigo de las vacas y de las señoras viudas ya mayores
que salen a pasear por las montañas,
comes forraje y manzanas rojas,
muchas verduras, alcachofas, coliflor,
no ves la tele porque estás muy ocupado
haciendo pan, cortando leña, buscando una vara en que apoyarte,
bebes el agua directamente de los ríos,
te acostumbras a andar despacio
y a toser mientras intentas encender otro cigarrillo,
arreglas las goteras del tejado, riegas el jardín,
pintas de negro Titanlux las rejas de la puerta y las ventanas
y por las tardes te conectas a internet para actualizar tu blog y bajar algo de porno
y te sientes feliz y natural
como un perro que ladra y una vaca que hace muuuu.

Manuel del Barrio Donaire. Instrucciones para irte de vacaciones

Siempre

Siempre esta sensación de inquietud. De esperar más.

Hoy son las mariposas y mañana será la tristeza

inexplicable, el aburrimiento o la actividad desenfrenada

por arreglar este o aquel cuarto, por coser, por ir aquí o

allá a hacer mandados, mientras trato de tapar el Universo

con un dedo, hacer mi felicidad con ingredientes de

receta de cocina, chupándome los dedos a ratos y a ratos

sintiendo que nunca podré llenarme, que soy un barril sin

fondo, sabiendo que “no me conformaré nunca” pero

buscando absurdamente conformarme mientras mi

cuerpo y mi mente se abren, se extienden como poros

infinitos donde anida una mujer que hubiera deseado ser

pájaro, mar, estrella, vientre profundo dando a luz

Universos, novas relucientes… y ando reventando

palomitas de maíz en el cerebro, blancas motitas de

algodón, ráfagas de poemas que me asaltan todo el día

y hacen que quiera inflarme como globo para llenar el

mundo, la Naturaleza, para empaparme en todo y estar en

todas partes, viviendo una y mil vidas diferentes…

Más he de recordar que estoy aquí y que seguiré

anhelando, agarrando pizquitas de claridad, haciendo yo

misma mi vestido de sol, de luna, el vestido verde-color

de tiempo con el que he soñado vivir alguna vez en Venus.

Gioconda Belli. Siempre

Nostalgia del verano

Llegados a este tiempo, cuando empiezan las primeras lluvias y  el frío solo es el fresco que se va colando en las conversaciones de ascensor, cuando la noche todavía va cayendo como un lento telón, de pronto nos agarra la nostalgia del verano. El verano, ese tiempo en el que rompemos con las actividades habituales y proyectamos nuestras fantasías con encuentros inesperados y relaciones fugaces. Acumulamos veranos con historias para pasar los largos los inviernos. Historias que a veces solo son sensaciones sin palabras, sin hechos. El verano, ese tiempo en el que buscamos la felicidad.

Tomaron un pequeño apartamento

al calor de la historia que empezaba

en un pueblo radiante de la costa.

Las familias miraban de reojo

su dulce suficiencia,

su ambigua cercanía cuando tomaban sol,

los leves empujones en la orilla

de muchachos buscándose en el juego,

la risa incontrolable,

el júbilo de luces y de compras

los días de mercado

y un remolino oscuro de murmullos

se levantaba al paso como una nube torda.

En sólo quince días avivaron

contrarios sentimientos, un ascua adormecida

y una imagen inquieta de la felicidad.

Recordarían de aquello más que nada,

muchos años después, en su país del norte,

la coartada airosa de su idioma

para hablar de deseo sin entenderles nadie,

las noches enlazadas de sus cuerpos

con las marcas blanquísimas de los trajes de baño

y un sobre con postales de vocación turística

que guardaron por siempre como un talismán:

el farero viejo cortando caña,

la junta de los bueyes en la plaza del pueblo

y una chica en biquini diciendo okey.

Luis Muñoz. Postales en un sobre

La vida como un hotel

Ellos pasaron por tu vida

como los camareros en un hotel de lujo:

!tantos y tan rápidos!

Ellas por la mía

como institutrices de familia burguesa:

pocas, pero intensas.

Lo nuestro fue distinto.

He llegado a creer que regentaba el tiempo

que vivías, el espacio que apenas ocupabas,

los sueños que cada noche alimentabas,

la ventana que tú desconocías,

antes de readmitir -no sin recelo-

a ese huésped incómodo que siempre nos rondó:

la certidumbre

de que toda belleza necesita

cambios de sol a sol, pasados unos años,

personal cualificado en los servicios

que suelen distraer al corazón.

Ahora que, sin duda, estamos separados por alguna

distancia

pienso si sería bueno rebajarse de empleo,

dimitir de gerencias que sólo proporcionan

un ácido sabor,

problemas de familia, burocracia del alma,

impresión de estar dentro

de un papel que no cuadra:

marido, padre, madre,

profesor, instructor…

Y como un camarero en temporada alta

vivir sólo en hoteles felices de una noche

cruzando los salones como número par.

Y esperar ese día en que otra vez nos tiente

ambigua en las terrazas, una tarde de invierno,

la pasión de alcanzar prosperidad.

Álvaro Salvador. Cinco estrellas.

A %d blogueros les gusta esto: