Parece que por fín se decide a entrar este Otoño que llegó disfrazado de primavera. Lo he encontrado en las noches de Granada, en el frío de los dedos asomando en las sandalias, en la cara gustosamente helada al caminar y en la primera manta para dormir. Curioso contraste con el día caluroso que deja sin poesía los puestos de castañas en las calles, languideciendo mientras esperan a que bajen las temperaturas para abrir el frasco de perfume de brasas por las aceras. Entonces será cuando podamos ver derrotado al verano que huye.
En verano, de alguna manera, volvemos a ser niños y en otoño todo se esfuma dejando esa melancolía tan característica que nos hace aceptar con dignidad la derrota. Todos guardamos en la memoria aquellos veranos interminables, eternos, repletos de calle y de juegos, como los que disfrutaba el pequeño Jackie Paper con su amigo el dragón Puff, allá en la lejana tierra de Honah Lee:
Puff, el dragón mágico vivía junto al mar
y retozaba en la niebla del otoño
en una tierra llamada Honah Lee.
El pequeño Jackie Paper amaba aquel pillo dragón,
y le regalaba cordones y lacre
y otros extravagantes objetos.
Juntos viajarían
en un barco con las velas hinchadas
y Jackie hacía de vigía encaramado
en la gigantesca cola de Puff.
Nobles, reyes y príncipes
se inclinaban a su llegada,
y barcos piratas arriaban sus banderas
cuando Puff rugía su nombre.
Puff, el dragón mágico vivía junto al mar
y retozaba en la niebla del otoño
en una tierra llamada Honah Lee…
Un dragón vive siempre
pero no así los niños,
alas pintadas y anillos gigantes
dan paso a otros juguetes.
Sucedió una noche gris:
Jackie Paper no vino más
y Puff el poderoso dragón,
cesó su feroz rugido.
Su cabeza estaba llena de dolor,
y sus verdes escamas caían como gotas de lluvia,
Puff ya no salía a jugar por el camino de los cerezos.
Sin su amigo de toda la vida,
Puff ya no podía mostrarse valiente,
así que, Puff, el poderoso dragón
se arrastró tristemente hacia su cueva.
Puff, el dragón mágico vivía junto al mar
y retozaba en la niebla del otoño
en una tierra llamada Honah Lee…
Sí y todos tuvimos un verano que llegó sin avisar en el que cambiaron nuestros gustos, tal vez nuestras amistades, abandonamos los juegos y emprendimos el largo viaje en el que dejamos de ser niños.
Esta canción infantil fue compuesta por Yarrow & Lipton, integrantes del trío Peter, Paul and Mary, aquellos que popularizaron ‘Blowin in the wind’ del joven Dylan. Grabada en 1963 se incorporó muy pronto a la cultura popular estadounidense y británica, no faltando versiones en otros idiomas. La letra de Puff, the Magic Dragon estaba basada en un poema que Leonard Lipton escribió en sus tiempos de estudiante inspirado a su vez en “Custard the Dragon”, un poema de Ogden Nash.
Esta bella historia nos deja un sabor agridulce por la tristeza del dragón eterno que dobla su cuello y llora al perder su compañero de juegos. Pero no todo el mundo interpreta esta canción como un viaje de despedida de la infancia. Hay quien opina que fue un himno para el movimiento hippie que escondía una metáfora en torno a la marihuana, por las referencias de Paper (papel) Dragon/draggin (colocarse) y Puff (fumar).
Opinad por vosotros mismos, escuchad esta canción que gusta a niños y adultos, al tiempo que observáis atentamente en este viejo vídeo las caras del público: la ilusión de los niños pequeños y la melancolía de los que pasan de los 60.
Para atenuar ese sabor agridulce surgen historias con un nuevo final como el que recoge la adaptación ilustrada por Eric Puybaret publicada en 2007: cuando un niño se hace mayor hay otro aguardando en una esquina para jugar con el dragón.
Hoy quiero dedicar esta historia a quien este verano fue niño despreocupado y hoy anda observando, con feliz melancolía, a esa niña que todavía juega con el dragón.
Llegados a este tiempo, cuando empiezan las primeras lluvias y el frío solo es el fresco que se va colando en las conversaciones de ascensor, cuando la noche todavía va cayendo como un lento telón, de pronto nos agarra la nostalgia del verano. El verano, ese tiempo en el que rompemos con las actividades habituales y proyectamos nuestras fantasías con encuentros inesperados y relaciones fugaces. Acumulamos veranos con historias para pasar los largos los inviernos. Historias que a veces solo son sensaciones sin palabras, sin hechos. El verano, ese tiempo en el que buscamos la felicidad.
No sé por qué cuando va acabando el verano nos atrapa siempre un momento de reflexión y pasan por nuestra memoria los proyectos vacacionales, lo que queríamos hacer y lo que no hemos hecho, los encuentros con la familia, las lecturas estivales…
El verano es tiempo de saborear el periódico. Así que cualquier mañana de verano, te levantas y relajadamente vas ojeando las noticias que entremezclan los titulares refrescantes y la sobreexplotación de temas a falta de otros más interesantes. Agosto nos despertó con la visita de Michelle Obama y es difícil que algo nos llame la atención, porque cuando el periódico llega a nuestras manos después de un largo proceso de impresión y distribución, ya estamos más que saturados tras la continua repetición en radio y televisión de las imágenes y anécdotas del anunciado acontecimiento: su visita al Sacromonte a las cinco de la tarde, las palmas que improvisó, el helado en Los Italianos, su paseo por las calles de Marbella…
Y de pronto, se produce uno de los “milagros” de la prensa impresa que nos hace detenernos y reflexionar: en un lento recorrido de izquierda a derecha, de una página a otra, pasamos del viaje que podríamos denominar promocional a la noticia del viaje de la vendimia de muchos andaluces.
Se agolpan de repente otros titulares de hemeroteca que nos traen a la memoria largas historias escondidas en nuestros referentes culturales, algunos vividos y otros relatados en novelas, canciones, fotografías y películas : inevitable el recuerdo de “Bienvenido Mister Marshall”, las colas ante el tren de los emigrantes, la imagen de las pobres maletas con poco peso, despedidas de estación… Y la mirada olvidadiza de muchos españoles cuando ven a africanos, rumanos, sudamericanos pedir trabajo y vivir hacinados… Y olvidamos que nosotros también fuimos y somos emigrantes.
Páginas de periódico para compartir viajes de placer y “viajes de negocios”.