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Cantar en las calles del mundo

Passenger cantando en las calles

Passenger cantando en las calles

Dicen que su voz evoca a Cat Steven y lo definen como un cantante viajero que canta al amor y a la vida. Ha convertido el viaje en su estilo de vida; de Europa a Australia recorre las ciudades, actúa en las calles, en el autobús y disfruta del contacto directo con el público.

Quizás por eso, Mike Rosenberg ha decidido adoptar como nombre artístico Passenger y vivir como los trovadores cantando a las cosas que dejamos escapar solo para echarlas de menos. Lástima que sucedan experiencias como la de Madrid el pasado 12 de junio, cuando trataba de cantar en la Calle Preciados y la policia interrumpió el concierto y multó al artista. ¿Quiere Madrid calles tristes? ¿Está prohibido celebrar la vida?

Os invito a este viaje musical en el que podemos oirlo cantando The sound of silence de Simon & Garfunkel en Adelaide (Australia), con una voz que parece de otro tiempo,

o recorriendo Edimburgo cantando Settled, erizándonos la piel y evocando antiguos viajes,

o cantando a ese amor que dejamos escapar en el tema Let Her Go que lo está situando definitivamente en el camino del éxito.

¡Que no callen las calles!

Bien, solo necesitas la luz cuando se está consumiendo,

solo echas de menos el sol cuando empieza a nevar,

solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.

Solo sabes que has estado bien (alto, en una buena racha),

cuando te sientes de bajón.

Solo odias la carretera cuando echas de menos tu casa,

solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar,

y la dejas marchar.

Mirando fijamente el fondo de tu vaso,

esperando el día en que hagas durar un sueño,

pero los sueños llegan despacio y se van tan rápido.

La ves cuando cierras los ojos,

tal vez un día entenderás por qué

todo lo que tocas, de seguro que se muere.

Bien, solo necesitas la luz cuando se está consumiendo,

solo echas de menos el sol cuando empieza a nevar,

solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.

Solo sabes que has estado bien, cuando te sientes de bajón.

Solo odias la carretera cuando echas de menos tu casa,

solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.

Mirando fijamente al techo en la oscuridad,

el mismo sentimiento viejo y vacío en tu corazón

porque el amor viene despacio y se va tan rápido.

Bien, la ves cuando te quedas dormido,

pero nunca para acariciar y nunca para quedarse,

porque la quisiste demasiado

y te zambulliste demasiado profundo.

Bien, solo necesitas la luz cuando se está consumiendo,

solo echas de menos el sol cuando empieza a nevar,

solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.

Solo sabes que has estado bien, cuando te sientes de bajón.

Solo odias la carretera cuando echas de menos tu casa,

solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.

y la dejas marchar,

y la dejas marchar,

bien, la dejas marchar.

Primeras lecturas en el restaurante

La conquista de un helado de nube y fresa

A la conquista de un helado de nube y fresa

Helena, que nació dibujando, se muestra perezosa e impaciente en el aprendizaje de la lectura. Pero no renuncia a la vida social en la que se comporta como una más entre adultos.  Podría decirse que ha aprendido a decidir y negociar antes que a leer. Opina sobre a qué restaurante ir porque le gustan sus platos y sabe esperar hasta llegar a la heladería que tiene helado de nube.

Pero la lectura se le impone en su comportamiento social, nota que la necesita para poder opinar. Me gusta observar cómo va descubriendo el mundo y me recuerda a mi en ese tiempo. Creo que mi afición a letreros y anuncios de la calle viene de ahí, porque mis primeras lecturas fueron los rótulos de los comercios que iba descubriendo al pasear mientras tiraban de mi porque me iba parando en la far-ma-cia, dro-gue-ría, pes-ca-de-ría… res-tau-raaaaaan-teeeeee. Lecturas hiperbreves interrumpidas por el paso acelerado. ¿Quién iba a pensar que la lectura no solo está en las cartillas y los libros?. Como si las calles no se leyeran.

Lecturas infantiles en la terraza del restaurante

Lecturas infantiles en la terraza del restaurante

Enfrentada a un amplio menú lleno de letras, para el que necesitaría una larga espera, comienza con el apartado de ensaladas que contiene una lista enumerada de todas las variedades posibles. Inicia muy atenta su lectura

En-sa

y aplicando el principio de adivinación, completa:

Ensaladas

Al llegar a la primera ensalada le cansaba la idea de tener que pasar el dedo por cada uno de los ingredientes, el precio, luego los primeros, segundos, postres, bebidas, vinos… y el «Gracias por visitarnos», así que tomó una decisión rápida que dejó a los demás comensales como lentos e indecisos:

¡Yo voy a pedir el primer capítulo!

En ese momento mi mente voló a los tiempos en que surgió la palabra capítulo vinculada a los monasterios, la lectura durante la comida en los refectorios, y a las innovaciones que introducen en la carta restaurantes como el Book de Oporto que ordena sus platos por capítulos. Quien quiera innovar que observe a un niño.

En realidad, leemos las cartas de los restaurantes como leemos los libros. Todo está conectado, esa es la magia de la cultura. Pero me sorprende que se mantenga ese esquema mental  en una nativa digital de cinco años.

Si los niños ya nacen turistas, paladean sus primeras papillas en los restaurantes y marcan las decisiones de los padres a la hora de elegir destinos en sus viajes, ¿Por qué no se les presta más atención en el diseño de espacios y servicios?. Me gustó ver en Ginebra, la ciudad de la lectura, que en los restaurantes siempre había un rinconcito con libros infantiles y material para dibujar, pero aquí no es frecuente.

¿Por qué no se hacen cartas diseñadas para niños que todavía no saben leer?. Los esfuerzos parecen estar centrados siempre en el diseño del menú infantil. ¿Ha pensado algún restaurante en hacer cartas para colorear los platos que el niño pueda llevarse?. Tal vez sería una forma de fidelizar a esos pequeños clientes porque, por si no lo sabíais, los niños tienen voto.

Y vosotros ¿Conocéis alguna experiencia interesante?. Animaos y comentadlas.

Rincón infantil en el restaurante

Rincón infantil en el restaurante

Amor en las paredes de la ciudad

Yo recuerdo
los primeros abrazos, solitarios,
a la pared pegados,
huyendo de la lluvia por las calles
de una vieja ciudad,
recién enamorados todavía,
felices y nerviosos.

Luis García Montero. El jardín pasajero

Besos de la artista urbana Claire Streetart

Me pregunto cuántos viajes se realizan para visitar los museos que han recogido, a lo largo de siglos, las obras maestras de la historia del arte. Empujados por la búsqueda de pinturas y esculturas, que vimos por primera vez en nuestros libros de texto, peregrinamos al Prado, el Louvre o la Galería de los Uffizzi.

Horas haciendo colas interminables solo para contemplar El nacimiento de Venus, Las Meninas o la risueña Mona Lisa protegida por su pantalla de metacrilato. Luego, paseo acelerado a contemplar aquella cúpula que el Renacimiento nos dejó o la ojiva de un gótico incipiente. Ojos y pies dirigidos a seleccionar lo que nos dejaron el arte y los artistas que la Historia ha legitimado.

Pero, ¿Y si el arte está en la calle?, en la puerta de cristal del café donde tomamos un tentempié, en la esquina donde nos apoyamos para ajustarnos el zapato que empieza a incomodarnos o en la fachada de esa casa envejecida que no merece nuestra atención de turistas exquisitos. Parémonos un poco y, a modo de moviola, retrocedamos observando cuanto nos rodea… Así nos encontraremos por las calles de París con la obra de Claire Streetart, una artista treintañera que ha decorado las paredes de la ciudad con besos de amantes.

Esta artista, de formación académica que se reconoce admiradora de Gustav KlimtMagritte, Hockney y Hopper, ha tenido éxito en el desarrollo de un universo alrededor de la pareja. Cada pieza es única, dibujada y coloreada a mano. Familiares y amigos posan para las fotografías que, tras un proceso de fabricación artesanal, quedarán convertidas en los amantes que se besan furtivamente en las esquinas de la ciudad, junto a extintores, máquinas expendedoras o el respiradero de una pared desconchada.

Su obra no te deja indiferente porque es una aproximación artística a la vida cotidiana de esta ciudad en la que el amor está siempre visible como objeto artístico. Convertidos en voyeurs que caminan por la ciudad, este arte urbano no nos lleva a los libros de texto de arte sino a las páginas de una historieta de Milo Manara.

Si queremos conocer in situ el arte de Claire tendremos que viajar a París, Montpellier y Brasil, donde las paredes son el lienzo y las calles el museo. Allí las audioguías se sustituyen por las conversaciones con los viandantes y la firma de la artista hay que buscarla en el muslo de la amante. Pero no olvidéis que este arte es efímero, contemplad y guardar las imágenes en vuestra memoria antes de que un vil brochazo de pulcra pintura entierre a estos amantes que se besan eternamente.

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La acera como escenario

Música en el puente de Lucerna

¿Cómo imaginar un mundo sin música? Le faltaría al mundo el medio de expresión de los sentimientos. Acaso sería como una película sin banda sonora.  Nuestra infancia se quedaría sin nanas y nuestra memoria no tendría un lugar para las historias que cuentan las canciones infantiles; nuestros juegos serían como ensayos monótonos. ¿Cómo expresar la desolación, el amor, el dolor y la alegría?. ¿Cómo decir tanto sin decir nada? ¿Cómo protestar contra lo que no nos gusta? ¿Cómo unir a miles de personas en torno a un poema si no puede ser musicado? ¿Cómo provocar con el descaro de un estribillo? ¿Cómo despedir a los seres queridos?

¿Y las calles…? Serían como inmensas habitaciones solitarias transitadas por gentes llenas de ruido. Cada tiempo y cada lugar tienen su propia banda sonora. ¿Recuerdas que a la caída del muro de Berlín las calles de Europa se abrieron a músicos experimentados que querían conocer otros mundos y que nos regalaron notas de violines y contrabajos?

¿Recuerdas qué música sonaba en las calles de esa ciudad que tanto te gustó el verano pasado?. En Praga brota la música clásica en cada esquina y qué decir de Viena donde te rodean los “mozart” con el programa en mano ofreciendo conciertos y prometiendo la felicidad en forma de vals.

Y las calles andaluzas son escuelas de flamenco. Son, en ocasiones experimentados músicos en busca del éxito y a veces desposeídos que repiten, una y otra vez, la única canción que saben tocar desde ese trocito de acera que han convertido en su hogar. Otras se integran en el paisaje turístico como si salieran de la postal sonora de un libro antiguo. Sus rostros, cargados de futuro o abatidos por el peso de la derrota, llenan las fotografías de los turistas embelesados con los artistas que parecen colocados para completar la escenografía del viaje.

¿Y París…? ¿Verdad que cuando pasas las hojas de tu álbum de fotos se escapan las notas de un acordeón? No imagino Montmartre sin los pintores y músicos que, apostados en calles y plazas, cantan canciones que nos inundan de una gustosa melancolía.

Una de las cantantes habituales de estas calles es ZAZ, una joven que ha apostado por el “jazz manouche”. Se la puede ver con la acera como escenario en el que hace de telón de fondo el menú de un restaurante y los vinos de la France. Su voz suena mejor en la calle que en la pantalla, cantando la tristeza de Edith Piaf o mirando a los turistas mientras entona una canción compuesta por ella, «Les passants».  Los transeúntes, es decir nosotros los mirones, que por el arte de la música, pasamos a ser mirados.

Música para sentir y música como excusa para recorrer medio mundo con un mensaje de paz. En busca de músicos callejeros, Mark Johnson lleva varios años con su equipo de grabación móvil. Su  proyecto, que ha denominado ‘Playing for change’,  pretende dar una oportunidad y mejorar las condiciones de vida de aquellos que a diario despliegan su arte en las calles de ciudades de todo el mundo. Desde Santa Mónica a Nueva Orleans, Toulouse, Río de Janeiro, Barcelona, Pisa… los músicos están unidos por este lenguaje universal, en el que adquiere un protagonismo especial la canción «Stand by me» con la que quieren que su mensaje llegue a todos los rincones del planeta. Gracias a este proyecto, recogido en un documental, se ha podido crear la primera escuela de música de la Fundación Playing for Change en Sudáfrica.

Y la música sigue sonando… !Que no pare la música!. Y ahora, querido lector, si has llegado hasta aquí solo te queda dar un paseo disfrutando de las melodías que se esconden tras los enlaces y recordando cuál fue la canción con la que expresaste amor, tristeza, alegría, rabia o ternura. ¿Qué tal si nos la cuentas? ¿Qué tal si nos la cantas?

Las calles están llenas de cosas

Siempre me han fascinado los objetos, sus formas, el origen del diseño y por supuesto la historia que han ido acumulando a lo largo del tiempo. La historia de los objetos termina siendo la de sus dueños y la representación de una época. Por eso me gusta rastrear la ciudad en busca de secretos escondidos en bazares, zocos, mercadillos, librerías, tiendas de antigüedades y comercios que parecen sacados de otra época.

Cien objetos y miles de años se acumulan en la exposición «A History of the World in 100 Objects» que organizó el British Museum en colaboración con la BBC. Desde el hacha de silex a la tarjeta de crédito ¿Cuántas historias se esconden?.

Pero no hay mejor exposición que la que podemos encontrar en las calles, las que andamos a diario y las que observamos con atención cuando viajamos. ¿Cuántos objetos acumula este escaparate que parece dormido en el tiempo de las calles de Granada?. ¿Quién sigue necesitando un platero de madera y quién añora un moisés de mimbre?. ¿Qué clase social compraba muebles en una cordelería?. Y la espuerta ¿está contenta por haberse convertido en un objeto decorativo?

Por todo ello me hubiera gustado haber escrito este delicioso poema, pero Neruda se adelantó.

Tienda de "cosas" en Granada

Amo las cosas loca,

locamente.

Me gustan las tenazas,

las tijeras,

adoro

las tazas,

las argollas,

las soperas,

sin hablar, por supuesto,

del sombrero.

Amo

todas las cosas,

no sólo

las supremas,

sino

las

infinita-

mente

chicas,

el dedal,

las espuelas,

los platos,

los floreros.

Ay, alma mía,

hermoso

es el planeta,

lleno

de pipas

por la mano

conducidas

en el humo,

de llaves,

de saleros,

en fin,

todo

lo que se hizo

por la mano del hombre, toda cosa:

las curvas del zapato,

el tejido,

el nuevo nacimiento

del oro

sin la sangre,

los anteojos,

los clavos,

las escobas,

los relojes, las brújulas,

las monedas, la suave

suavidad de las sillas.

Ay cuántas

cosas

puras

ha construido

el hombre:

de lana,

de madera,

de cristal,

de cordeles,

mesas

maravillosas,

navíos, escaleras.

Amo

todas

las cosas,

no porque sean

ardientes

o fragantes,

sino porque

no sé,

porque

este océano es el tuyo,

es el mío:

los botones,

las ruedas,

los pequeños

tesoros

olvidados,

los abanicos en

cuyos plumajes

desvaneció el amor

sus azahares,

las copas, los cuchillos,

las tijeras,

todo tiene

en el mango, en el contorno,

la huella

de unos dedos,

de una remota mano

perdida

en lo más olvidado del olvido.

Yo voy por casas,

calles,

ascensores,

tocando cosas,

divisando objetos

que en secreto ambiciono:

uno porque repica,

otro porque

es tan suave

como la suavidad de una cadera,

otro por su color de agua profunda,

otro por su espesor de terciopelo.

Oh río

irrevocable

de las cosas,

no se dirá

que sólo

amé

los peces,

o las plantas de selva y de pradera,

que no sólo

amé

lo que salta, sube, sobrevive, suspira.

No es verdad:

muchas cosas

me lo dijeron todo.

No sólo me tocaron

o las tocó mi mano,

sino que acompañaron

de tal modo

mi existencia

que conmigo existieron

y fueron para mí tan existentes

que vivieron conmigo media vida

y morirán conmigo media muerte.

PABLO NERUDA «ODA A LAS COSAS»