Porque el amor se hereda…

anilloparis

¿Qué recordamos de los viajes que no hicimos?

¿Dónde ponemos los souvenirs de los viajes ajenos, como amuletos que consigan que un día seamos nosotros los que nos pongamos en camino hacia esos lugares viajados en postales y soñados en el fondo de una taza de té?. Viajes pospuestos por amor y dedicación al cuidado de los otros. Sueños, nunca expresados, a los que un día les abre la puerta alguien que nos quiere.

Porque estoy de acuerdo con García Montero en que el vínculo de la sociedad son los cuidados y porque el amor se hereda… quiero traeros hoy este poema dedicado a los que sueñan con viajes no realizados y a los que un día abren la puerta de nuestros sueños. ¿Los ves? Tal vez te acompañan en tu ruta diaria en el autobús, o se esconden en el poema que espera en las paginas de un libro.

Dentro de nada,

cuando me den permiso

las estúpidas fieras de mi tiempo,

cumpliré una palabra que nunca me pediste.

Te llevaré a París.

Porque tal vez, entonces,

en los Campos Elíseos

o en las aguas del Sena,

con Notre Dame al fondo o con la Torre Eiffel,

veré de nuevo el brillo

más joven de tus ojos,

la luz adolescente

que baja del tranvía

con bolsas y comercios y saludos

y poco más de veinte años.

Hoy te recuerdo así,

como los días sin colegio,

bandera hermosa de un país difícil,

lluvia delgada de los sábados.

Nunca guardaste mucho para ti.

Ni siquiera una noche,

una ciudad o un viaje.

Tu tiempo se sentaba en nuestra mesa

y había que partirlo como el pan,

entre tus hijos y tu miedo.

Seis veces el temor

a que la enfermedad, el vicio o la desgracia

se quisieran sentar en nuestra mesa.

No vayas a salir, a dónde vas ahora,

hay que tener cuidado

con los amores y las carreteras,

deja ya la política

o la gruta del lobo.

Y sin embargo

lo que no te atrevías a pedir

duerme en el corazón de cada uno.

Porque el amor se hereda

como un abrigo sin botones,

y a mí me gustaría acompañarte

por los pasillos del museo,

más obediente y repeinado,

para encontrar en la Gioconda

el sueño y la sonrisa

de un carné de familia numerosa.

Te llevaré a París

o a la ciudad que duerme

en la taza de té de tus meriendas,

con tu cristalería

de familia burguesa

y más aspiraciones que dinero,

con tus dientes manchados de carmín,

con tus estudios de Filosofía

y Letras, je m`apelle

Elisa, j`ai cherché

la lune, la mer, la vie,

la pluie, mon coeur,

y todo se interrumpe.

Sólo somos injustos de verdad

cuando sabemos que el amor

no pasará factura.

Pero el cauce sin agua

también puede llegar a desbordarse,

como los ríos de Granada,

y a tu lado me busca

esta vieja nostalgia de ser bueno,

de no ser yo,

de conocer al hijo que mereces.

Te llevaré a París. En mi recuerdo

has aprendido algo

de lo que te olvidaste en la vida:

pedir por ti, andar por tus ciudades.

Luis García Montero «Madre»

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