Granada ama lo diminuto
Federico García Lorca
Ando siempre huyendo de los tópicos. Es difícil no usar ciertas frases que alguien pronunció alguna vez y que se han convertido en un eslogan pegado para siempre a las ciudades y a sus gentes como una calcomanía. Sin embargo, me produce cierta sonrisa cuando oigo decir una y otra vez la expresión “Granada embruja, enamora y hechiza” y “Granada tiene duende y misterio”.
O tal vez hay que ser de fuera para entender la «frase de anuncio» que trae a la ciudad tantos turistas. Yo prefiero ver su carácter en lo pequeño, lo diminuto, lo que solo encuentras con un andar lento y una mirada atenta. Es entonces cuando descubres una ciudad profundamente literaria, discretamente poeta y activamente musical.
Ese carácter no se muestra en sus grandes eventos teatrales, poéticos o musicales, quizás, como decía Lorca, por la necesidad de domesticar los términos inmensos. Granada se muestra en las manifestaciones espontáneas de los ciudadanos anónimos, en un grafiti, en un anuncio colgado de una farola o en unos versos improvisados junto al río.
Por eso me gustó este cartel pintado a mano sobre una madera y sujeto con alambres a la baranda del paseo del Genil. Caía la tarde y sus palabras cobraban un especial sentido. Algún espontáneo «poeta» decidió colocarlas en ese punto, haciendo que detengamos nuestro paso, leamos y caminemos cargados de versos y curiosidad.
Y de la curiosidad vino la búsqueda. Y así descubrí que se trata de la «Soleá de los Cañaverales» cantada por Enrique Morente y que hoy se convierte en todo un homenaje, a este granaíno del Albaicín que ha sabido experimentar y cantar a los poetas. Antes de que lo hiciera Serrat, Enrique cantó los versos de Miguel Hernández, y con Lorca estableció un vínculo artístico que hoy se ha cerrado en su despedida. La sobrina del poeta ha leído «Alma ausente» de Federico, y «De pronto», escrito por Francisco García Lorca en memoria de su hermano. Como si fuera una escena lorquiana, Estrella Morente le ha cantado rota de dolor la Habanera imposible de Carlos Cano.
«Granada no tengas pena de que el mar sea tan inmenso, tú eres la novia del aire, la de la sombra de plata, la del almendro. Ay, empieza el llanto de la guitarra, llora como el viento sobre la nevada. Ay, inútil callarla, es imposible callarla».
Una habanera llena de “Ay” convertida en saeta y que lo une para siempre a Granada. Enrique, tu ciudad te quiere y por eso seguiremos viéndote en sus calles.
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